sábado, 30 de diciembre de 2017

Psicología del autoengaño: una aproximación neurofisiológica

El doctor ingresa a la habitación donde reposa una paciente de 60 años que sufrió un accidente cerebro vascular (ACV) en el hemisferio derecho. No ha caminado en toda la semana.


Doctor: Nora, ¿cómo estás hoy?
Paciente: Bien, señor, excepto por la comida del hospital. Es terrible.
D: Bueno, vamos a revisarte. ¿Puedes caminar?
P: Sí.
D: Nora, ¿puedes usar tus manos? ¿Puedes moverlas?
P: Sí.
D: ¿Ambas manos?
P: Sí.
D: ¿Puedes mover tu mano izquierda?
P: Sí, por supuesto.
D: Toca mi nariz con tu mano izquierda.

La mano de Nora permanece inmóvil.

D: ¿Estás tocando mi nariz?
P: Sí.
D: ¿Puedes ver tu mano tocando mi nariz?
P: Sí, ya está casi tocando su nariz.

El doctor sujeta el brazo izquierdo inherte de la paciente, lo levanta frente a su rostro y pregunta:

D: ¿De quién es esta mano, Nora?
P: Es la mano de mi madre, doctor.
D: ¿Dónde está tu madre?

La paciente se muestra intrigada y mira a sus alrededores.

P: Se está escondiendo bajo la mesa.
D: Nora, ¿dijiste que podías mover tu mano izquierda?
P: Sí.
D: Enséñame. Toca tu nariz con tu mano izquierda.

La paciente tomó su brazo izquierdo con el derecho y acercó su mano flácida hacia su rostro.

Quizá a estas alturas de tu vida ya te hayas percatado por experiencia propia de que el autoengaño existe, es difícil de detectar y al parecer es inevitable, pero asumiendo que no está mintiendo y realmente cree en lo que está diciendo ¿qué le pasa a Nora y por qué lo está llevando a tales extremos?

La paciente, descrita por el doctor Vilayanur S. Ramachandran (2011), presenta lo que se conoce como anosognosia, cuya etimología se traduce a “desconocimiento de la enfermedad”. Todas las personas clínicamente “normales” se involucran de alguna u otra manera en negaciones y racionalizaciones menores para sobrellevar el estrés de la vida cotidiana. La información que llega a través de los sentidos normalmente se contrasta y combina con recuerdos preexistentes para crear y reforzar un sistema de creencias sobre uno mismo y el mundo.

Dicho sistema de creencias se construye principalmente por circuitos en el hemisferio izquierdo. Si aparece algún fragmento de información anómala que no se ajusta al panorama general del sistema de creencias, el hemisferio izquierdo procederá a atenuar las discrepancias y anomalías para preservar la coherencia de la historia que el individuo haya elaborado sobre sí mismo y la realidad. 


Tal es la tendencia de la mente a la confabulación que a veces incluso fabrica información para preservar su armonía y panorama general. Otra forma de llamar a este proceso es “reducción de la disonancia cognitiva” y su función evolutiva es la de estabilizar el comportamiento e imponer un sentido de coherencia narrativa a la experiencia. Sin embargo, este mecanismo por sí solo no es suficiente. Si las confabulaciones no son restringidas por otro sistema regulatorio presente en circuitos del hemisferio derecho (dañado en el caso de Nora), éstas escalarían a niveles delusivos. Regiones del hemisferio derecho cumplen la función de “abogado del Diablo”, que al dejar de trabajar (por ejemplo por hemiplejia o lesión) permiten que los circuitos confabulatorios en el hemisferio izquierdo entren en un bucle de negaciones y racionalizaciones sin coherencia interna.


Incluso algunos de los pacientes que han sufrido un ACV se imaginan que el hospital es su casa y que ellos mismos han escogido la decoración (Swaab, 2014). Swaab nos describe un caso similar al de Nora en el que cuando se le preguntaba a una paciente si podía mover el brazo izquierdo, contestaba: "Sí, puedo moverlo, pero es mejor que descanse". Y cuando se le pedía que diese unos pasos, confabulaba: "Claro que puedo, pero el médico me ha dicho que es mejor que guarde reposo".

Los experimentos realizados por Roger Sperry (1961) con pacientes con los hemisferios cerebrales desconectados (el cuerpo calloso fue cortado para interrumpir la ruta de corrientes epileptiformes) proporcionaron ejemplos muy claros de cómo es que las personas inventamos razones sobre la marcha para lo que hacemos sin darnos cuenta. Los sujetos podían describir verbalmente las imágenes que durante el experimento les llegaban sólo al hemisferio izquierdo, puesto que la capacidad del lenguaje (casi siempre) también se asocia a esa región.


Pero cuando a través de un texto el hemisferio derecho recibía la orden de que el paciente se levantara y se fuese, éste lo hacía, sin embargo cuando se le preguntaba por qué lo había hecho, él no respondía: "Usted me lo pidió", puesto que esa información no podía llegar al hemisferio izquierdo responsable del habla. De modo que a falta de información, el hemisferio izquierdo hacía lo suyo y confabulaba: "Voy a coger un chocolate".

Al respecto Swaab (2014) explica que este tipo de confabulaciones son una manifestación verbal de un principio general más profundo: “Cuando el cerebro no recibe la información normal, él mismo se la fabrica para llenar esas lagunas. Cuando un cerebro dañado no recibe la información normal, se inventa historias”. La mente llena diariamente las lagunas en nuestra conciencia incluso cuando el cerebro está intacto. Tenemos la experiencia vívida de que las cosas suceden tal como nosotros las recordamos, pero nuestra mente reconstruye una historia a partir de fragmentos de información. 

Loftus y colaboradores (2002) demostraron que es posible crear falsos recuerdos en las personas a partir de estimular el uso de la imaginación. Los participantes fueron citados en diversas oportunidades y se les pidió que realicen una serie de actividades y que imaginen realizar otras relativamente similares. Luego de transcurridos varios días, se le pidió a los sujetos enlistar cuáles fueron las actividades realizadas y descubrieron que estaban adivinando. No podían diferenciar lo realizado de lo imaginado. La memoria humana no se almacena intacta como en una computadora, sino que se reconstruye cada vez que la queremos evocar y la imagen construida varía según el estado de ánimo e información disponible del momento. Ésta no es exacta ni inalterable: a veces la mente combina eventos o los inventa. Para entender por qué ocurre esto, es importante comprender cómo es que el cerebro fabrica nuestras experiencias.


Pese a que el Self sea más una sensación que una realidad tangible y no exista un homúnculo unificado y monolítico (más sobre eso aquí) la mente fabrica la sensación de unidad a partir de combinar - o superponer si se quiere - pequeños detalles individuales que son detectados por distintos receptores y son procesados en áreas cerebrales diferentes antes de intersectar en lo que se experimenta como una sensación per se (o quale). Aunque este análisis puede aplicarse a cualquiera de los sentidos, describamos parte del circuito cerebral encargado del sentido de la vista para ilustrar lo mencionado:

Cuando los ojos reciben un input, la señal se bifurca inicialmente en dos rutas: la primera, evolutivamente más antigua, va directamente al tronco encefálico y pasa al lóbulo parietal superior, en donde se construye una representación del ambiente en términos de obstáculos y detección de movimiento y la segunda, más reciente, pasa por el quiasma óptico y el tálamo para llegar al lóbulo occipital, donde la corteza visual genera la imagen percibida. Desde ahí la señal se ramifica hacia el lóbulo parietal superior para integrar la imagen percibida con la imagen corporal (y tener así una noción tridimensional de dónde nos encontramos en relación a los otros objetos) y hacia el giro fusiforme donde se reconoce qué objeto o rostro se está observando y pasa a la amígdala que le asignará valor emocional al estímulo. Lesiones en distintas partes de este circuito desembocan en distintas alteraciones en la conciencia.


Por ejemplo, si el giro fusiforme se desconecta de la amígdala, la persona puede reconocer racionalmente un rostro, pero al no poder atribuirle significado emocional tendrá la delusión de que su interlocutor es un impostor y al no poder explicarlo, confabulará cualquier razón por la que “lo sabe” (ver delusión de Capgras). Si, por el contrario, la conexión entre el giro fusiforme y la amígdala está reforzada en exceso (por ejemplo por descargas epilépticas), la persona tendrá la certeza irrefutable de que diferentes individuos son de hecho la misma persona disfrazada (ver Síndrome de Fregoli). Si la ruta evolutivamente más reciente está bloqueada y el input sólo ingresa por la más antigua, la persona estará ciega, pero como partes del cerebro aún están recibiendo input visual (los ojos están intactos) éste no se adaptará a una ceguera sino a una falta de datos, por lo que se inventará detalles sobre lo que supuestamente está viendo. Incluso si se le señala a la persona que lo que describe no corresponde con lo que hay en el ambiente, continuará con la elaboración y dirá algo como “es que no tengo mis anteojos” (ver Síndrome de Anton Babinski).

En otras palabras: la sensación percibida es una construcción del cerebro a partir de estímulos físicos de entrada provenientes de receptores especializados repartidos en todo el cuerpo. Cada receptor es una neurona con la propiedad de emitir una descarga eléctrica al ser estimulada por el fenómeno físico al que esté adaptada.

Fotorreceptores: neuronas que se activan al entrar en contacto con la luz.

Siguiendo con el ejemplo de la vista, los conos y bastones son fotorreceptores que se activan con ciertas longitudes de onda de luz y que se manifiestan en la experiencia de primera persona como colores. Cada color percibido es la representación que el cerebro tiene para una determinada longitud de onda. Existen, además, longitudes de onda mayores a 700 nanómetros (Nm) y menores a 400 Nm para las que no tenemos receptores (y por ende tampoco representación experiencial) a las que hemos llamado luz infrarroja y ultravioleta.


Asimismo, en todos los órganos del cuerpo salvo el cerebro, tenemos receptores llamados nociceptores que se activan cuando perciben alguna forma de aceleración entrópica en los tejidos y se presenta en la experiencia de primera persona como dolor.

Por poner otro ejemplo, cada papila gustativa contiene distintas neuronas especializadas en activarse al entrar en contacto con moléculas compatibles con sus receptores de membrana. Del mismo modo en que los colores son representaciones de distintas longitudes de ondas, el cerebro tiene cinco representaciones experienciales para los estímulos químicos que llamamos dulce, ácido, salado, umami y amargo. Si, por ejemplo, modificásemos un quimiorreceptor especializado en el dulce para activarse al entrar en contacto con sal, tendríamos igual la sensación de dulce, porque el "sabor" no está en la sustancia química que entra en contacto con el quimiorreceptor, sino que es una fabricación de las neuronas que están del otro lado del axón (o output) de la neurona receptora.


Y así sucesivamente con los quimiorreceptores del olfato, mecanorreceptores, termorreceptores, etc.

Entonces, desde un punto de vista evolutivo nuestra percepción de la realidad no es un reflejo exacto de la misma sino un modelo o representación lo suficientemente estable y predecible para poder sobrevivir y dejar descendencia. En ese sentido las alucinaciones son, en parte, activaciones del sistema interno de representación que ocurren por falsos input. En vista de que los sistemas nerviosos no están adaptados para descifrar la realidad objetiva, sino para representar los aspectos de la misma que le sean suficientes para sobrevivir (de ahí que el nivel cuántico se nos presente como incoherente e impredecible), la mente no busca directamente la verdad sino la sensación de tener razón. Ese, en parte, es el motivo por el que las personas tienden a demorarse en cambiar de opinión incluso cuando han sido expuestas varias veces a la evidencia que refuta su modelo.

Más sobre este tema aquí.

Cuando el cerebro no recibe la información en el lugar donde correspondería, la corteza cerebral aumenta su actividad para llenar las lagunas (Swaab, 2014). A fin de cuentas el cerebro sólo está haciendo lo que siempre hace: crear un modelo que se vive como coherente y estable utilizando una fracción de los estímulos totales.

Para ilustrar mejor lo antedicho tomemos de ejemplo esta pintura que Bernardo Bellotto (1721-1780) hizo de la ciudad de Dresde. La pintura se caracteriza por un profundo nivel de detalle (difícil de apreciar desde una pantalla) que casi transmite la sensación de estar observando una fotografía:


Sin embargo parte de lo que hace a esta pintura memorable es que algunos de esos supuestos detalles no están realmente ahí como el observador los percibe. Si estuviésemos frente a la pintura en su tamaño original y decidiésemos analizar la imagen con detenimiento podríamos notar algo inesperado. En el puente sobre el río se aprecian varias personas, excepto por el hecho de que al mirarlas más de cerca notaremos que no hay personas sino manchas. Una mera insinuación que la mente asume y completa:


El autoengaño es tan antiguo como lo es el cerebro humano. Algunas expresiones históricas de este fenómeno pueden encontrarse en las siguientes citas:

"¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?"  (Mateo 7:3).

“Por encima de todo, no te mientas a ti mismo. El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir entre la verdad dentro de él, o alrededor de él, y así pierde todo el respeto para sí y para otros" (Fiódor Dostoyevski).

“Mi psique transforma y falsifica la realidad en proporciones tales que es preciso recurrir a expedientes a fin de constatar lo que las cosas son fuera de mí; por ejemplo, que un sonido es una vibración del aire de una cierta frecuencia y que un color es una de las longitudes de onda de la luz". (Carl Jung).

"Aunque podamos ver los siete defectos del otro, no vemos nuestros propios diez defectos". (Proverbio japonés)


El trabajo de Sigmund Freud estuvo precisamente cimentado en la idea de que la mente inconsciente debe tener alguna estructura cognitiva y emocional y elaboró una serie metáforas para describir sus patrones y tendencias. Pese a que varias de las metáforas y explicaciones propuestas por Freud han ido quedando en desuso, su iniciativa de explorar lo inconsciente fue continuada por diversos autores a lo largo del siglo XX y complementada con los avances de la neurociencia. Hoy sabemos que al menos dos sistemas en el cerebro descritos como "procesos duales" (Harris, 2014) son responsables de la cognición, la emoción y el comportamiento. Uno es evolutivamente más antiguo, inconsciente y automático, mientras que el otro evolucionó más recientemente y es a la vez consciente y deliberativo.


Es por ello que el "sentido común" o la intuición no son suficientes si queremos dedicarnos a la encrucijada de describir, explicar, predecir y controlar la realidad tangible. Hasta la fecha la herramienta más precisa que la humanidad ha inventado para dichas metas es la ciencia. Ésta no es una institución ni un listado de verdades absolutas. Es un verbo. Es algo que haces. Una manera de pensar. Es aceptar la incomodidad de la incertidumbre y, a partir del escepticismo, priorizar la evidencia sobre las emociones para sobreponernos a nuestra tendencia a confabular y fabricar información que nos proporcione estabilidad. De ahí que se diga que la ciencia es contraintuitiva.


Las incógnitas son fuentes de ansiedad, porque nos hacen sentir vulnerables a eventos sobre los que no tenemos el control que quisiéramos. Reemplazar las incógnitas con pensamientos deseados alivia esa ansiedad, pero ignorar los patrones de la realidad es una receta para la frustración. Harris lo ejemplifica expresando que “cualquiera que crea que dos más dos da cinco no encontrará fin a sus problemas, porque el mundo se le opondrá en todo momento, empezando por sus propios dedos”. Resulta útil, por tanto, considerar que independientemente de lo que tú quieres que sea cierto para que te sientas bien, la realidad sucede.

Una reflexión consecuente es que el ser humano no es un "animal racional" como la cultura popular sostiene, sino un animal emocional que tiene la capacidad de aprender a usar la razón en tanto la estimule, practique y refuerce. Bertrand Russell (1977) hizo una observación similar al opinar que "el hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida prisionero de los prejuicios que se derivan del sentido común y de las creencias habituales en su tiempo y en su país".

"Y te va a pasar a ti".



Temas complementarios (para que te entretengas en Google):

- Distorsiones cognitivas de Aaron Beck.
- Sesgo de confirmación.
- Heurísticos o atajos mentales.
- Caja de Libet.
- Mecanismos de defensa según Nancy McWilliams.

Referencias:

Crump, D. (1965). Japanese Proverbs and Sayings. Oklahoma: University of Oklahoma Press.

Dostoyevsky, F. [1880](1993). Kramazov brothers. London: Penguin Books Ltd.

Harris, S. (2014). Waking up: A guide to spirituality without religion. New York: Simon & Shuster.

Jung, C. (1969). Los complejos y el inconsciente. Madrid: Alianza Editorial, S.A.

Loftus, E. & Thomas, A. (2002). Creating bizarre false memories through imagination. Memory & Cognition, 30, 423-431.

Ramachandran, V. S. (2011). The Tell-tale Brain: A Neuroscientist's Quest for What Makes Us Human. New York: W. W. Norton.

Russell, B. (1977). Por qué no soy cristiano. Barcelona: Editorial Hermes de México.

Sperry, R. (1961). Cerebral Organization and Behavior. The American Association for the Advancement of Science. Science (1961). Vol. 133, No. 3466,
1749 – 1757. 

Swaab, D. (2014). Somos nuestro cerebro: Cómo pensamos, sufrimos y amamos. Barcelona: Plataforma editorial.

domingo, 9 de julio de 2017

El Self es una ilusión

Más arriba de las nubes, se expande una discreta caverna en las entrañas de una montaña. Su interior, con pinturas rupestres y viejas puntas de flecha a medio tallar, permanece tal y como sus últimos habitantes la dejaron.

Sobre la tierra humedecida se sienta en posición de loto un ermitaño. Lleva meses sin salir y días sin abrir los ojos. Un escorpión sale de su grieta solitaria y, habituado a la indiferencia del visitante, repta con lentitud hacia el mismo, atraído por un calor inusual que emana de éste.

Imagen relacionada
Él no lo sabe, pero la actividad eléctrica y metabólica en su corteza parietal medial ha disminuido considerablemente, mientras que la de su corteza prefrontal ha aumentado. Pero más importante aún: su mente está en silencio.

La dificultad para encontrar felicidad en este mundo se manifiesta desde nuestro primer respiro: nuestras necesidades se multiplican con el paso de las horas. Vivimos permanentemente en el proceso de crear y reparar un mundo en el que nuestras mentes quieran estar y, aun así, fallamos. Nos aferramos a placeres transitorios, rumiamos el pasado y nos preocupamos por el futuro. Nos encerramos en una especie de sueño sintético para olvidar que la muerte, la soledad, la incertidumbre y el sinsentido existen. Entonces sucede.


En el silencio resuena el eco de una epifanía:

Pasamos la mayor parte de la vida tratando de llegar a cierto lugar o adquirir determinado objeto para al fin sentir satisfacción, sin darnos cuenta de que para cuando consigamos aquello que buscamos, ya habrán aparecido otras cosas que anhelar. Si acaso existe una fuente de bienestar que no dependa de gratificar los deseos, entonces ésta se encuentra presente incluso cuando todas las fuentes usuales de placer hayan sido removidas.

Como un abanico, lo demás se abre por sí solo: lo humano es ficticio. Sus reglas, sus miedos, sus apegos no guardan equivalencia con las leyes de la naturaleza. El pasado y el futuro se esfumaron de su imaginación y con éstos, su nombre, su identidad y todo lo que alguna vez llamo "suyo". Expresiones como “te amo, porque…” no tienen sentido.  Sin el miedo invisible que día a día envuelve el andar de su Self, el amor regresa y emana por sí solo. El Self que reprimía esa sensación es una ilusión que se desvaneció en el momento en el que lo supo. Las preocupaciones son ínfimas e intrascendentes ante la sensación de claridad sobre su lugar en un universo indiferente.

Explicar la sensación no equivale a vivirla y el ermitaño lo sabe, pero eso no lo detiene de bajar de la montaña para entregar su mensaje. No hay descubrimiento más importante y noble del que puedas hablarle al resto y, aunque en su inexperiencia lo distorsionen y malinterpreten, tal vez siembre en alguno la curiosidad suficiente para emprender su propio viaje. Por más de que lo útil de este descubrimiento esté en experimentar la sensación más que en ponerla en palabras, preguntémonos: ¿Qué significa que el Self sea una ilusión?

Una ilusión no es algo que no es real en el sentido estricto de la palabra, sino un suceso que, pese a no estar ocurriendo en la realidad tangible, sí ocurre a manera de experiencia en la mente de un observador. Por ejemplo la ilusión de la mujer giratoria.


La pregunta “¿en qué dirección está girando la mujer?” es capciosa, porque en realidad no es una figura tridimensional. Estrictamente hablando, es una silueta negra en 2D que se estira secuencialmente hacia los costados. En tu mente, no obstante, se construye la sensación de estar viendo a una mujer girar en una dirección específica, pero mira bien. Si la observas junto a otras personas, podría suceder que no se ponen de acuerdo en cuál es la dirección en la que gira.

Adicionalmente, podrías tener la sensación de darte cuenta de que la dirección en la que la ves girar cambia súbitamente. La imagen es un GIF de aproximadamente dos segundos que se repite indefinidamente. Los cambios que percibas, claramente no están sucediendo en la misma, sino en tu sistema interno de construcción e interpretación de la realidad. He ahí el origen de la ilusión: tu mente completa vacíos y asume información para autoinducirse la sensación de entendimiento y control.

Resultado de imagen para spinning woman gif

Un ejemplo más.

Reproduce el siguiente video breve (no es necesario el audio) y fija tu mirada en el centro de la imagen en movimiento, parpadeando lo menos posible y verbalizando en voz alta el símbolo que veas. Luego observa tus dedos.



Nuevamente, lo que probablemente estés viendo suceder en tus dedos con tus propios ojos solo está ocurriendo en tu mente, mas no en tus mismos dedos. Eso es una ilusión. Una sensación perceptual vívida de la realidad que no corresponde con la misma, generada por tus propios estados internos. 

Esto no presupone que podamos reducir dicotómicamente las experiencias en reales e ilusorias. En cada experiencia hay algo de ambos, porque, a fin de cuentas, nuestros receptores sensoriales y sistemas nerviosos detectan solo una fracción de los estímulos totales disponibles en el ambiente y, con esa fracción, arman un todo que se experimenta como estable, continuo y parcialmente predecible. Un todo que, de hecho, es la superposición de varias microexperiencias procesadas en distintos circuitos cerebrales tanto simultánea como secuencialmente. No hay un núcleo o centro en el cerebro que pilotea el cuerpo y que puede salirse intacto del mismo (llamado también “homúnculo”).


De hecho, todo acerca de la mente puede ser modificado a partir de modificar el cerebro. Aunque no es la única manera, la forma más común y rápida de modificar un cerebro es dañándolo físicamente. El cambio experimentado estará relacionado al área cerebral específica que se modifique, desde luego. Puedes dejar de reconocer rostros sin perder la sensación de que conoces a quien observas. Puedes olvidar los nombres de los animales, pero recordar perfectamente los nombres de las herramientas. Puedes perder la visión y creer que la sigues teniendo o incluso perder una extremidad y mantener la sensación de dolor o movimiento en la misma. Puedes, también, perder (o distorsionar) todos tus recuerdos autobiográficos y mantener intactos tus recuerdos sobre cómo tocar un instrumento musical.

Daña una parte de tu cerebro y perderás algo de tu subjetividad. Daña otra parte y más de ésta se perderá. Tomando lo antedicho como el contexto en el que una conciencia es puesta en marcha, aparece un pensamiento difícil de digerir para muchos: Considerar que al dañar el órgano entero al momento de la muerte, súbitamente emergerás fuera de tu cráneo con tus funciones intactas, hablando perfecto francés y reconociendo a tu abuela, es un non sequitur.


La fragmentación en la que nuestra mente está parcelada a nivel cerebral no es accesible a través de la introspección. No hay nada, por ejemplo, en la experiencia de verbalizar un enunciado que nos genere alguna sensación de calor, cosquillas o palpitaciones en el lado izquierdo de la cabeza (donde, en casi todo el mundo, están las áreas asociadas al lenguaje). Del mismo modo en que no hay nada en sentirse enamorado o asustado que te revele la existencia de neurotransmisores, neuronas o descargas eléctricas dentro de tu cráneo, no hay ningún estado de conciencia alterada que te revele algo sobre el origen o destino del universo. Lo que esos estados sí revelan, no obstante, es que las posibilidades de experiencia humana son más variadas de lo que la vida cotidiana nos ofrece.


Del mismo modo en que la pregunta sobre la dirección en la que gira la mujer es capciosa, la pregunta “¿quién soy?” también lo es. Supone que eres uno, que tienes una esencia esperando ser taxonomizada y nombrada. La búsqueda de una esencia, una personalidad, un ente monolítico con características definitivas dentro de tu propia mente está inevitablemente condenada a oscilar en un laberinto semántico sin salida.



Tu identidad no está en tu código genético. Está en tu imaginación. Es una combinación de recuerdos selectivos parcialmente distorsionados y fantasías sobre experiencias que aspiras tener alguna vez. Tu identidad es un personaje creado para desenvolverte en un sistema de símbolos humanos y, al prescindir completamente de los mismos (por ejemplo aislado en el monte un par de años) notarás que no tienes ninguna obligación intrínseca de corresponderle y actuarlo. Por más de que te des un nombre y definas como alguien con poca paciencia o mala memoria para los nombres, no estás haciendo más que reforzar un personaje. Los interesados en este fenómeno pueden revisar información sobre el Efecto Pigmalión o Profecía autocumplida.


Podríamos ponerlo de la siguiente manera: Del mismo modo en que un rostro no es exactamente igual a otro, la composición interna de un organismo tampoco lo es. Puedes tener rutas y ramificaciones únicas en las venas, arterias y vasos capilares. A nivel de milésimas de segundo, el ritmo de tu corazón no es siempre el mismo, los tamaños de tus glándulas suprarrenales o amígdalas cerebrales pueden variar y con éstos, la cantidad exacta de hormonas secretadas. Es decir, no todos los cuerpos se sienten exactamente iguales. Algunos experimentarán ciertas sensaciones con mayor facilidad o intensidad que otros, dependiendo de su herencia genética y ambiente a desarrollarla. A esta predisposición a experimentar nuestras sensaciones en una combinación muy específica de frecuencias e intensidades podríamos llamarle temperamento.


Posteriormente, conforme vamos desarrollando habilidades motrices más complejas, nuestro temperamento motiva algunas reacciones y comportamientos más que otros. A estas tendencias a alegrarnos con facilidad o dificultad, a enojarnos con mucha, poca o ninguna provocación, a dejarnos llevar o no por la curiosidad, etc., podríamos llamarle carácter. Los otros animales también funcionan de ese modo.


Los primates humanos, no obstante, vamos un paso más allá. Aprendemos un lenguaje con el cual describir, interpretar y exteriorizar las pulsiones de nuestro temperamento y carácter. Un lenguaje que no se limita a las palabras, sino que se extiende a la ropa, el peinado, la jerga, los comportamientos, los juegos, los objetos que acumulamos a nuestro alrededor y toda clase de símbolos. Exploramos nuestro temperamento y carácter y escogemos símbolos culturalmente validados para representarlos de la forma que creamos más útil. Aquello para, por ejemplo, ser aceptados, respetados, temidos o amados en la tribu (cosas de primates, en realidad).

La necesidad de estatus toma muchas formas.

Tomando símbolos que, por las razones que fuesen, nos parecen atractivos construimos gradualmente una identidad con la cual nos comprometemos. Esa parte de nuestra personalidad, no obstante, es una ficción útil que nos sirve para desenvolvernos en la tribu y no hay algo que nos encadene o comprometa a seguir representándola más allá de nuestra creencia de que nacimos con ella. De hecho, podría argumentarse que la psicoterapia no necesariamente cambia a las personas en "esencia", sino que las ayuda a reconocer y aceptar sus disposiciones internas con más sinceridad y a encontrar maneras más eficaces de exteriorizarlas y representarlas en los espacios sociales que ocupan.

Explora, siente, acepta y repite.

jueves, 5 de enero de 2017

La Biblioteca de Babel es real

La Biblioteca de Babel fue descrita por Jorge Luis Borges en su cuento de 1941 del mismo nombre de la siguiente manera:

"El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas  bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un  bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas".




Lo más interesante, no obstante, es el contenido de esa biblioteca:

"sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte..."

La biblioteca existe. No físicamente, sino en formato digital. Johnatan Basile, escritor, programador y filósofo, diseñó una página web que, mediante un algoritmo (definido como conjunto de pasos finitos que lleva a una solución) recrea las condiciones descritas por Borges: 

"A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas".  

Funciona de la siguiente manera:

Paso 1: Seleccionas el nombre (o código) del hexágono a visitar. 

Paso 1

Paso 2: Escoges la pared del hexágono que deseas revisar.

Paso 2

Paso 3: Escoges el anaquel de esa pared que desees revisar.

Paso 3

 Paso 4: Seleccionas el tomo.

Paso 4

Paso 5: Escoges la página.

Paso 5. Trio. Sip.

Esa sería la manera "tradicional" de buscar un tomo. La tarea de encontrar siquiera un libro con una sola oración en un idioma que uno entienda es colosal. Al respecto Borges escribió: 

"Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero".

Sin embargo, el formato digital ofrece una ventaja que hubiese sido la gloria para los personajes de Borges que peregrinaban (casi siempre en vano) por años en la biblioteca buscando el tomo "Vindicador" ("libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir"). La página web elimina la necesidad de revisar los volúmenes uno por uno y permite utilizar un buscador para encontrar directamente la ubicación del texto que tú desees.


No es que el texto que uno teclea genera o crea el tomo y, luego, te lleva a él. El tomo ya existe y su ubicación en la biblioteca es y será siempre la misma. Puedes regresar cuando quieras y puede que ni siquiera seas el primero en haber revisado ese tomo.

Además de tener, como es lógico, billones (por decir) de tomos escritos con palabras y oraciones sin sentido aparente (ej: frfejkl ddssd), tiene también todos los libros alguna vez escritos y por escribirse, pero para encontrarlos tienes que pensarlos tú primero (o al menos parte de ellos) para tipear un fragmento en el buscador o toparte con ellos aleatoriamente seleccionando un tomo al azar (como lo harían los personajes de Borges). Las probabilidades de que eso último suceda son ínfimas, pero mayores a cero. Podría pasar.

Puedes extraer fragmentos de posible arte y conocimiento del pasado (¡y del futuro!) yendo a cualquier tomo y copiando un pedazo cualquiera del texto en Word para analizarlo luego (el tesoro podría estar en cualquier idioma y con ligeros errores ortográficos o gramaticales). Borges lo expresó de la siguiente manera: "No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido".

Es más, así los símbolos no tengan un significado obvio aparente, pueden estimular la creatividad del que asocie ciertos grafemas y sílabas a ciertos significados de carácter personal o cultural. ¡Básicamente es lo mejor que te ha pasado si eres fanático de los libros!

Aquí un ejemplo de texto tomado al azar de la página 79 del Volumen 2 del Anaquel 4 en la Pared 2 del Hexágono cuyo código adjunto en la imagen I.

"horeographically dipeptide apotheosising dogmatisers vacation dataries backwarda tions ciliations canzoni bullring polyurethans leprotic decanter nonnitrogenous limitative twelvefold dilettanteism formers pily hoatzin failingly brahmas stupidly propagandizer."

Pensemos, como jugando. Tomemos un fragmento cualquiera y otorguémosle un significado (como , a fin de cuentas, siempre hacemos con todo lo que leemos).

"apotheosising dogmatisers vacation dataries backwarda".

...

apotheóticos dogmatizadores vacación datos hacia atrás.

...

"Dogmáticos apoteósicos descansan de la información del pasado".

Ahí tienes. Si esa oración cualquiera te dice algo, describe de manera críptica algún evento de tu vida o ayuda a que se te ocurra una nueva idea, ya te nutriste de esta biblioteca.

Nota adicional: La oración que acabo de exprimirle a mi mente estuvo escrita desde antes en la Página 214 del Volumen 29 en el Anaquel 4 de la Pared 2 del Hexágono con el código en la imagen II.



Miren esto: En la Página 246 del Volumen 25 del Anaquel 3 en la Pared 3 del Hexágono con el código adjunto en la imagen III, está escrita la introducción a uno de mis cuentos en Morir Feliz en el Intento. Las probabilidades de que alguien más encuentre esa página específica de ese tomo por azar tienden a cero, pero ahí está el texto para que lo lea quien lo encuentre.


Ciertamente opaca la línea que separa el invento del descubrimiento, ¿no les parece? Click aquí para visitarla.

I

II

III