domingo, 30 de octubre de 2016

La neurogénesis de la homosexualidad: hallazgos y evidencias

Cuando un embrión humano se desarrolla en el útero, su estado final predeterminado, incluido el del cerebro, es siempre femenino.  A menos que determinados factores específicos lleguen a influir durante etapas críticas en la maduración del feto, éste terminará teniendo un cuerpo y un cerebro femenino. Estos factores específicos son la producción de sustancias que activan un desarrollo alternativo al predeterminado.

Los órganos fetales que, más adelante, se convierten ya sea en óvulos o testículos se conocen como gónadas. Estos órganos son los mismos tanto en niños como en niñas hasta un momento específico en el proceso de maduración. ¿Cómo es este proceso?

La condición básica para que el proceso de maduración embrionaria se oriente hacia su masculinización, es la presencia del cromosoma Y en éste. Una corta secuencia de genes en dicho cromosoma produce una sustancia llamada factor de determinación de los testículos. Esta sustancia actúa sobre las gónadas de tal manera que un órgano, que de otro modo se hubiese desarrollado naturalmente como un ovario, se convierte en testículo.


Si la producción del factor determinante de los testículos en un feto de cromosomas XY (masculino) fuese inhibida por alguna razón, el embrión seguiría desarrollando sus gónadas dentro de las líneas femeninas predeterminadas.


Cuando los testículos comienzan a desarrollarse, sus células secretan la hormona testosterona. Todo lo demás que distingue a los machos de las hembras en estos procesos iniciales parece surgir de los efectos de la testosterona: ésta fluye por el torrente sanguíneo y actúa sobre las células con receptores habilitados para reconocerla, lo que dispara una secuencia específica de información genética en dichas células.

Existe el mismo número de receptores para testosterona en las mismas ubicaciones en los cuerpos masculino y femenino. No obstante, los machos que poseen testículos, a diferencia de las hembras, producirán testosterona en mayor cantidad y, como resultado, en el cuerpo masculino se activarán más receptores de testosterona que en el femenino. Esto dará como resultado diversos cambios anatómicos como la formación de los genitales, el vello corporal, el timbre de voz, el tamaño de los pechos, etc.



Es importante, no obstante, especificar que la testosterona no actúa directamente sobre las células, sino que debe ser transformada en otra sustancia por una enzima. La enzima llamada 5-alfa reductasa es la sustancia química responsable de transformar la testosterona en dihidrotestosterona, que es la verdadera sustancia que dispara la masculinización del cuerpo. Si la producción de la enzima 5-alfa reductasa fuese inhibida, la testosterona no podría transformarse en dihidrotestosterona y, como consecuencia, la masculinización del cuerpo no podría darse. Para tal caso, éste continuaría su desarrollo hacia su estado final predeterminado (femenino), a pesar de que las gónadas ya hayan sido transformadas en testículos.


Entonces, si el proceso de masculinización es interrumpido en esta etapa, el resultado sería un cuerpo con características sexuales femeninas, incluyendo los genitales externos, la voz y la forma del cuerpo y presentará internamente testículos en donde se supone que deberían estar los ovarios. Un análisis de ADN para tal caso, revelaría una estructura cromosómica XY (masculina). A esta condición en particular se le llama Síndrome de Insensibilidad Androgénica, por cierto.

Caster Semenya
A finales del segundo trimestre de gestación ocurre otra secuencia crítica en la maduración. Una vez finalizada la transformación del cuerpo femenino en uno masculino, empezará el proceso de transformación del cerebro femenino en uno masculino.

Esta vez, la testosterona necesitará ser transformada, ya no en dihidrotestosterona, sino en estrógeno, para lo cual la enzima aromatasa será necesaria. Si bien el estrógeno puede ser producido naturalmente por los ovarios y tendrá sus funciones específicas en un cuerpo femenino, en esta etapa específica del desarrollo fetal masculino se encargará de disparar la masculinización del cerebro, desviándolo de su desarrollo femenino predeterminado. Tal y como ocurre con la enzima 5-alfa reductasa, la producción de aromatasa también puede ser inhibida por diversos factores. Ello implicaría una interrupción del proceso de masculinización del cerebro, que desembocaría en un cuerpo sexual masculino con un cerebro femenino.

Centrémonos en las diferencias entre ambos cerebros.


Existen diversas diferencias entre el cerebro masculino y el femenino, sin embargo hay dos de ellas que han sido estudiadas más a fondo que las otras. Estas se encuentran puntualmente en las regiones cerebrales del cuerpo calloso y el hipotálamo.

Hablemos brevemente del cuerpo calloso (estructura que conecta a ambos hemisferios cerebrales). El cuerpo calloso femenino es proporcionalmente más grande que el masculino. Esto sugiere que la masculinización del cerebro implica la supresión del crecimiento de las fibras en esta región encefálica. El resultado de esta diferencia es que, en el cerebro femenino, los hemisferios se encuentren interconectados más íntimamente que en su versión alterna.

Un cuerpo calloso más grande permite una menor especialización lateral hemisférica. Aquello implica una mayor eficacia en realizar varias tareas en simultáneo, así como diferentes habilidades de lenguaje (en promedio, las mujeres tienden a hablar más pronto y mucho más que los hombres). Para el caso de los hombres, un cuerpo calloso proporcionalmente más pequeño sugiere habilidades visoespaciales más eficaces, así como la tendencia a focalizarse en una o pocas tareas a la vez. Un estudio en la Universidad de Pennsylvania (2013) encontró que los cerebros en las mujeres tienden a presentar una mayor cantidad de conexiones entre ambos hemisferios cerebrales que los hombres, lo que supone que ambos géneros tienden a maneras distintas de procesar la información.

La figura de arriba corresponde a un cerebro arquetípicamente masculino, mientras que la de abajo a uno arquetípicamente femenino. Las conexiones intrahemisféricas se representan con el color azul y las interhemisféricas con el color naranja.
Pasemos al hipotálamo. En éste existe un conjunto de cuatro núcleos conocidos como núcleos intersticiales del hipotálamo anterior (NIHA), cada uno enumerado del uno al cuatro. Dos de estos núcleos, el NIHA-2 y el NIHA-3, presentan diferencias dependiendo del sexo. En el caso del NIHA-2 la diferencia es pequeña y ha sido difícil de duplicar y definir para los investigadores. Por otro lado, en el NIHA-3, la diferencia es considerable y mucho mayor incluso que en el caso del cuerpo calloso. Para el caso de los humanos, éste núcleo es tres veces más grande en los machos que en las hembras (en la rata macho, por ejemplo, es cinco veces más grande que en la hembra).



Las actividades de los núcleos hipotalámicos están relacionadas a la economía hormonal. Estos responden y alteran de forma constante a los niveles de varias hormonas que recorren el cuerpo. Por ello, las diferencias sexuales en el hipotálamo tienen extensas ramificaciones en las otras partes del cerebro. Por ejemplo, la mayor parte de las funciones reproductoras como el ciclo menstrual, son reguladas por los núcleos del hipotálamo.


Por esta misma razón existen diferencias sexuales importantes en la química cerebral. Los circuitos cerebrales que median el comportamiento sexual son distintos en hombres y en mujeres. Por ejemplo el circuito sexual de las mujeres está mediado, en gran parte, por un péptido llamado oxitocina, mientras que en el hombre está mediado, principalmente, por vasopresina.

Otras diferencias cerebrales se han identificado, también, en el hecho de que el giro cingulado anterior en estado de reposo tiende a ser más activo en la mujer que en el hombre, mientras que la amígdala en estado de reposo tiende a ser más activa en el hombre que en la mujer.


En el caso de las mujeres, una mayor actividad del giro cingulado, componente importante del sistema emocional de pánico y angustia de separación, puede influir en una mayor expresión de comportamientos protectores y preocupación por las conexiones sociales. Por otro lado, para el caso de los hombres, la mayor actividad de la amígdala, componente clave para el sistema emocional de la ira, puede influir en comportamientos más activos y agresivos.

Las mismas diferencias han sido encontradas en primates y roedores.

En experimentos controlados en laboratorios, cuando la acción de la aromatasa es suprimida en ratas machos, su cerebro deja de masculinizarse y como resultado, muestran comportamientos característicos de las hembras, como exponer el área genital para fines de penetración en lugar de montar a la hembra.


Existen pruebas en animales de que la orientación sexual puede ser influida por ciertos estresores ambientales durante periodos críticos de maduración embrionaria. En las ratas, este periodo ocurre durante la última etapa de la gestación. Un aumento en el estrés materno durante este periodo puede causar un brote prematuro de testosterona en el útero. Como resultado, los cerebros en los cuerpos ya masculinizados de los fetos XY (machos) pueden dejar de masculinizarse. Para estos casos se ha descubierto que cuando las crías nacen, solo 20% de ellas muestra comportamiento sexual activo de cualquier tipo y un total del 60% de aquellas crías muestra comportamientos característicamente femeninos. Este grupo también incluye ratas que muestran tanto comportamientos característicos masculinos como femeninos, lo que se entendería coloquialmente como “bisexual”.

Para el caso de los humanos es difícil precisar los efectos del estrés prenatal de la misma manera, porque la ética no permite tener el mismo grado de control experimental para sustentar un estudio. Sin embargo, una investigación obtuvo resultados interesantes cuando comparó el número de hombres homosexuales con el de hombres heterosexuales que nacieron en Alemania (a) antes de la Segunda Guerra Mundial, (b) durante la guerra e inmediatamente después de ella y (c) mucho después de la guerra. La hipótesis de que el grupo (b) tendría una mayor proporción de homosexuales por haber estado expuestos a un mayor estrés prenatal fue confirmada por los resultados de este estudio. Sin embargo es importante considerar la posible influencia de otros factores distintos al estrés prenatal como padres ausentes durante la guerra.


Quizá uno de los hallazgos más significativos respecto a la neurogénesis de la homosexualidad es el de LeVay, quien comparó el tamaño de los núcleos intersticiales del hipotálamo en hombres homosexuales y heterosexuales. Se concentró específicamente en el NIHA-3 y encontró que en los hombres homosexuales (a quienes aplicó una autopsia), éste era tres veces más pequeño que en hombres heterosexuales. Es importante considerar como posible variable interviniente que su muestra de sujetos homosexuales tenía sida, sin embargo el hallazgo coincide precisamente con las diferencias entre hombres y mujeres y ofrece más evidencia de que el NIHA-3 está asociado con la diferencia sexual, quizás en particular con el objeto del deseo sexual.

Aunque el resto de las posibles pequeñas o grandes diferencias quedan por identificarse y estudiarse, hay suficiente evidencia para vincular los comportamientos homosexuales a variaciones naturales específicamente orgánicas. Aunque no podría concluirse que todos los casos tengan forzosamente los mismos orígenes fisiológicos, sí puede concluirse que es precipitado descartar todo caso de homosexualidad como reversible o modificable. Desde un punto de vista evolutivo, variaciones suficientemente grandes en la orientación sexual "estándar" pueden contribuir a reducir la sobrepoblación y la competencia por el apareamiento en grupos excesivamente hacinados, condición que, curiosamente, está asociada al estrés (Cárdenas-Villalvazo et al., 2010).


Referencias:

Cárdenas-Villalvazo, Asucena, López-Espinoza, Antonio, Martínez, Alma Gabriela, Franco, Karina, Díaz, Felipe, Aguilera, Virginia, & Valdez, Elia. (2010). Consumo de alimento, crecimiento y ansiedad, tras estrés por hacinamiento o aislamiento de ratas. Revista mexicana de análisis de la conducta, 36(2), 129-142. Recuperado en 09 de abril de 2019, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-45342010000200009&lng=es&tlng=pt.

Ingalhalikar, M., Smith, A., Satterthwaite, T., Elliot, M., Ruparel, K., Hakonarson, H., Gur, R., Gur, R. & Verma, R. (2013). Sex differences in the structural connectome of the human brain. University of Pennsylvania. Philadelphia.

LeVay, S. (2011). Gay, Straight, and the Reason Why: the science of sexual orientation. Oxford University Press: New York.

Soloms, M., & Turnbull, O. (2004). El cerebro y el mundo interior: una introducción a la nerurociencia de la experiencia subjetiva. Fondo de cultura económica de España: Bogotá