martes, 11 de agosto de 2015

Esto es Guerra

Así que finalmente lo hice. Dejé de lado mi costumbre de no ver televisión nacional y me tomé un día entero para ver capítulos de la popular serie “Esto es Guerra”. Es tanta la polémica que parece causar entre mis amigos y conocidos que no pude más con la curiosidad. Tenía que saber de qué se trata este fenómeno que inspira tanto rechazo al punto de que algunos, incluso, lo llaman “lo peor” que ha producido la televisión peruana. ¿Será eso cierto? ¿Es “Esto es Guerra” lo peor que ha producido la televisión peruana? No creo estar en capacidad de dar tal veredicto con argumentos, datos y gráficas, pero al menos redactaré mis reflexiones tras haber sido expuesto al programa.


Empecemos poniéndonos en los zapatos de los trabajadores del canal de televisión. No se confundan: no están para educar. Su objetivo es llevar el caviar y el lomo fino a la mesa. Tienen, para ello, un modus operandi muy claro: Crear un estímulo que logre concentrar la atención de grupos masivos de personas y removerlas emocionalmente para volverlas más sugestionables. Una vez que desarrollan el método que más gente capture, le alquilan unos segundos de dicho estímulo a empresas que deseen publicitar productos o ideas. Resulta evidente, entonces, que mientras más grande sea el grupo de personas que capturen con su estímulo o carnada, más caro podrán cobrarle a las empresas (o auspiciadores) interesadas en hacer publicidad. Aquí, ya queda descartada la idea de que los clientes de los canales de televisión son los espectadores. Los clientes son las empresas auspiciadoras y el producto es la atención del público en estado sugestionabilidad. Lo que estos clientes quieren es un público grande y manipulable. La pregunta del millón es ¿cómo podemos maximizar eso? La respuesta, como generalmente suele serlo, es: ¡CIENCIA!

Ciencias sociales, para ser preciso.

“¡Las ciencias sociales no son ciencias de verdad!”

Jódete. Yo tengo amigos.

Sucede que hay demasiado dinero en juego para arriesgarse lanzando dardos al aire, así que la creatividad no es rentable. Aquí es donde hay que hacer la tarea.

¿Qué debemos hacer para crear algo que un enorme grupo de personas quiera dedicarse religiosamente a ver? ¿Qué nos dice el marco teórico? Resumamos.

Según Lindstrom (2011), si bien la belleza es un atributo que llama la atención, las personas se sienten más atraídas hacia gente famosa que hacia gente bella. Una celebridad es un símbolo o ícono que posee y representa una variedad de atributos deseables a los que muchos de nosotros aspiramos. La belleza, el encanto, el atractivo sexual, el descaro de burlarse de las reglas en narices de todos, riqueza, poder, etc. Cada celebridad engloba y representa algunos de esos atributos.

Ajá. Las personas que aparezcan en el programa tienen que ser famosas. “¡Entonces, consigamos gente famosa!” dice un iluso sin el menor respeto por la billetera de los inversionistas. Entonces, los encorbatados de contabilidad protestan: “Contratar gente famosa es caro. Búsquense una solución más barata o les robaremos su energía vital con nuestros amuletos de la maldad”. ¡Ah! Esos estúpidos hombres de negocios que todo lo ven plataplataplata. Entonces, cuando todo parece estar perdido, alguien tiene una brillante idea: ¿Y si reclutamos a Don Nadies que cobren barato y, LUEGO, los volvemos famosos? ¡KABUM!    

Cuando nos venden un producto auspiciado por una celebridad, tácitamente nos venden su esencia en una botella. Un elixir que nos transferirá algunos de sus atributos. En palabras de Lindstrom (íbid.): "Imitamos a quienes admiramos de ciertas formas, con la esperanza de que algo de lo que ellos han hecho nos lleven a nosotros a obtener algo suyo". Muy bien. Ya sabemos que vamos a conseguir gente parcial o totalmente desconocida que, luego, haremos famosos. ¿Quiénes deberían ser estas personas? ¿Cómo deben verse? ¿Cómo deben hablar? Regresemos al marco teórico.

González Moreyra (Reátegui, comunicación personal 2014) encontró en sus investigaciones en peruanos jóvenes de distintos sectores socioculturales que, de manera casi generalizada, existe mayor atracción y preferencia por la gente blanca y de fenotipo europeo. Ajá. Conseguir gente blanca. Excelente. Pero ¿cómo los haremos famosos? Marco teórico.

Investigaciones sobre las raíces evolutivas del chisme (Lindstrom, 2011) muestran que cada vez que alguien nos dice algo percibido como bueno y nosotros lo transmitimos a otro, nuestro cerebro nos recompensa con una dosis de dopamina. Evolutivamente el chisme es la forma de protegernos de ser dañados viviendo en comunidad. Necesitamos información sobre quién es quién, que hace cada uno, que tiene para ofrecernos, que quiere de nosotros, etc.  De ahí la precisión de Gargurevich (2002) al señalar el alto impacto que tiene la prensa dedicada a informar sobre la vida privada de celebridades y personas del negocio del espectáculo. 

Muy bien. Entonces ya tenemos resuelta la primera parte de la creación del producto perfecto. Conseguir gente blanca y volverla famosa haciendo pública su vida privada e íntima hasta la saturación. Queda aún algo por resolver: Una vez que tengamos a nuestros personajes: ¿qué contenido deben ofrecer al público? Regresemos al marco teórico.

Gargurevich (2002) nos explica que los contenidos a los que mejor responden las masas en el Perú son violencia y erotismo. Todo resuelto. Creemos un programa de personas blancas y sexys que aparecan en escándalos de la prensa y hagámoslas pelear constantemente entre ellas sometiéndolas a situaciones de presión social, de provocación deliberada, de burla y de injusticia.


¡Hagámoslas reaccionar! ¡Que se enojen! ¡Que lloren! ¡Que se acuesten entre ellas y mejor si se embarazan! Hagamos que los hombres sean fornidos y muestren los músculos y que las mujeres sean material de modelaje y usen un calzón apretado. Sometámoslos a actividades en los que constantemente se abran de piernas, se agachen, se volteen y forcejeen sudorosos. 


Tomemos nuestros ingredientes, arrojémoslos al inodoro y agreguemos un poco de sustancia XXX: ¡Publica videos porno de ellos! ¡Que hagan videoclips eróticos para revistas! Que tus amigos de la prensa lo comenten para asegurarse de que todos se enteren. Dios, ya me quiero masturbar de solo pensarlo.



Ahora jala la cadena y ¡BUM! Dinero para el canal y excremento para el país. Una fórmula relativamente fácil de empezar y mantener.

Entonces, ¿es “Esto es Guerra” lo peor que puede haberse creado en la televisión peruana? No lo creo. Desde el punto de vista del marketing es una obra maestra que ha logrado perfectamente su cometido: hacer dinero. Por otro lado, desde el punto de vista cultural, discutiblemente, no lo encuentro socialmente más denigrante que el programa de Laura Bozzo (nuestra herencia a la televisión mexicana). 

Quizá lo que más indigna a cierto grupo de personas no es la existencia de este u otros programas pornográficos con fachada de concursos familiares, sino la enorme respuesta de aclamación que causa en las masas. La prensa y la televisión son la sociedad contándose a sí misma. Finalmente es, gracias a la existencia de tales fenómenos, que a la fuerza, se nos  pone como cultura frente al espejo y, al parecer, no nos gusta para nada lo que vemos.


Y no me hagan empezar a hablar de "Combate".

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Referencias:

Gargurevich, J. (2002). La prensa sensacionalista en el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Lindstrom, M. (2011). Brandwashed: El lavado de cerebro de las marcas. Bogotá: Grupo Editorial Norma.

2 comentarios:

  1. No me da el tiempo de leer tu post en este momento, pero apenas llegue de la u lo haré. Me parece que voy a leer muchos de tus post en esta semana. Te agradezco por escribir sobre distintos temas :)

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