La Sombra es un término
metafórico que se usa, con frecuencia, en el psicoanálisis junguiano para
referirse a pensamientos y emociones normales que negamos tener porque no son
compatibles con cómo nos gustaría ser ante nosotros y la sociedad.
Generalmente, en la cultura
occidental, aquellos pensamientos y emociones reprimidos o negados suelen ser
los desdeñados por la tradición cristiana: deseos sexuales, envidia, rencor,
egoísmo, codicia, miedo, celos, odio, etc. pero también lo pueden ser, por
ejemplo, sentimientos como la alegría y la compasión si es que provienen de una
persona que considera que aquello es un defecto que no debe tener y se niega
sentir.
Decimos, entonces, que tenemos un
“problema con nuestra Sombra” cuando no nos conocemos o aceptamos a nosotros
mismos como realmente somos y, en su lugar, tratamos de forzar ser algo que no
somos para poder agradarnos a nosotros y a los demás. Es decir: el no quererse
a uno como es y autoengañarse para tolerar la dolorosa experiencia de ser uno
mismo.
Tener una Sombra o
características que uno preferiría no tener no es el problema en sí mismo. El
problema con la Sombra radica en dos formas inadecuadas de lidiar con ella: su
represión y su liberación. Dicho problema puede manifestarse de las siguientes
maneras:
Por un lado cuando se reprime la Sombra,
puede llegar a frenarse la manifestación de la auténtica forma de ser y de
sentir del individuo, pueden generarse vivencias de estancamiento, depresión y
falta de sentido de la existencia porque se vive acorde a las expectativas de
otros. A su vez, el individuo podría experimentar angustia por sentirse aislado
y restringido por sí mismo y, consecuentemente, incomprendido porque nunca
nadie llega a conocerlo como realmente es.
Puede llevar, a su vez, a actuar
sin conciencia de los verdaderos motivos, generándole frustración y confusión
por no entender lo que le ocurre, a veces recurriendo a justificaciones improvisadas
después de haber cometido algún acto para el que originalmente no tenía una
explicación (o como coloquialmente podría decirse: pone excusas después de
meter la pata).
Algunos autores como Steindl-Rast
o Sanford coinciden en que este es un problema frecuente en el cristianismo,
particularmente porque plantea una separación irreconciliable entre bien y mal,
en la que el primero debe forzosamente siempre ser actuado y el segundo no debe
jamás existir ni siquiera en el pensamiento. Conceptos como “ideas pecaminosas”,
“pensamientos impuros” o “mente sucia” resaltan rápidamente al analizar el
problema de la Sombra en el cristianismo.
Por otro lado, cuando un
individuo libera a la Sombra, puede dañar a los demás o a sí mismo bajo el argumento
de estar harto y desear reclamar lo que se merece sin importarle lo que piensen
otros. Puede tener actos hedonistas e impulsivos sin pensar en sus
consecuencias a largo plazo.
Descartando casos extremos en los
que la persona termina muerta o en la cárcel, a veces puede ocurrir que las
consecuencias (que inevitablemente tenderán a llegar) puedan generarle culpa y
hacerla retroceder a la represión y empezar nuevamente el círculo.
La alternativa saludable a largo
plazo (pero inevitablemente dolorosa a corto plazo) en contraposición a la
represión y liberación, es lo que suele llamarse la "integración".
Dicho concepto se refiere al
reconocimiento de lo que hemos reprimido, cómo realizamos esas represiones,
cómo racionalizamos y nos engañamos, qué clase de metas inmediatas tenemos
disfrazadas de otras de apariencia más altruista o socialmente aceptable y qué
hemos dañado o incluso destruido en nombre de esas metas. Un ejemplo una meta inmediata siendo encubierta por otra de apariencia más solemne podría ser el querer sentirse amado y valioso, disfrazado de aspirar ser el mejor profesional de la historia, anhelar la fama, intentar siempre resaltar en todo, etc.
La integración empieza con el
autoconocimiento y la comprensión realista del mundo, puesto que ambos nos
ayudan a entender que no podemos dejar de ser humanos aunque quisiéramos y no
tenemos otra alternativa que aceptar lo que somos en las condiciones que nos
son dadas. La aceptación y el respeto por el propio dolor que no podemos
sencillamente apagar y con el que simplemente hay que aprender a convivir, no
implican el abandono y el no cambiar, sino al contrario, permiten realizar
cambios más realistas en nuestras actitudes y comportamientos al plantearse
objetivos humanamente alcanzables. Cuando esto ocurre y nos damos cuenta de que
empezamos a obtener resultados deseados, tiende a aumentar la
confianza en nuestras capacidades reales y la aceptación de las limitaciones.
Al aceptar y adquirir control
sobre los aspectos que antes considerábamos inaceptables o imperdonables en
nosotros, obtenemos nuevas habilidades que integramos
a las que ya teníamos y las potenciamos, las canalizamos y usamos a nuestro
favor. Por ejemplo aceptando las emociones como una tendencia a la acción sin
discriminar entre “buenas” o “malas”, podemos permitirnos estar enojados sin
desear castigar a alguien o sentirnos inmorales y en su lugar usar las ideas desagradables
para plasmar un dibujo o aprovechar la adrenalina para hacer ejercicio.
Otro ejemplo, directamente
obtenido de la práctica clínica, es el de una paciente de 18 años que,
inicialmente manifestaba odiar a una compañera de clases de la universidad sin
saber la razón. Este odio la motivaba a tratarla mal, burlarse de ella y sabotear
sus trabajos. Inicialmente, la paciente optaba por percibirse a sí misma como
inmune a sentir o pensar cualquier cosa que considerase incorrecto. No fue, sin
embargo, hasta que aceptó que sentía envidia hacia su compañera (por
considerarla más bonita y aplicada que ella) que pudo adquirir un mejor control
sobre sus acciones. Antes de aceptar la verdadera razón de su fastidio,
racionalizaba la situación e inventaba razones sobre la marcha para justificar
sus reacciones como “me miró mal”, “movió la silla de mi sitio”, “nunca ordena
bien sus cuadernos”, etc. La envidia permaneció, pero cuando se le preguntó si
consideraba, racionalmente, si esa era una razón válida para tratarla mal, ella
respondió que no. Entonces, pese a que sus razones para sentir rechazo hacia
ella aún permanecían intactas, el haberse hecho consciente de ellas le permitió
modular más eficazmente su comportamiento y hacerle caso a su razón.
Desde
luego que, inicialmente, al aceptar su envidia, sintió vergüenza y culpa,
porque su autoimagen de persona “madura” y “justa” se vio amenazada por otra de
“envidiosa” e “inmadura”. No obstante, solo a partir de haber aceptado la
situación es que pudo trabajarse sobre las variables que, en teoría, realmente
causaban el malestar.
Para llegar a la integración de
la Sombra, una medida sumamente deseable es tener relaciones interpersonales en
las que el otro nos acepte incondicionalmente como somos, nos muestre una
comprensión genuina de lo que sentimos y sea auténtico de mostrarse como
realmente es, con defectos y virtudes. Ello, de a pocos, tiende a hacernos
perder el miedo a mostrarnos como somos y experimentar el alivio de ser
nosotros mismos sin culpa o vergüenza.
Sin que esto represente una ley
necesaria, una vez que aceptamos lo que somos, nos tendemos a tornar más
tolerantes. Seguimos viendo nuestros “defectos” en el otro, pero ahora los
entendemos, nos identificamos y los vemos humanos como a nosotros.
La integración de la Sombra
implica verse a uno mismo como realmente es y no como le gustaría ser. Implica
confrontar tu propio deseo de no enterarte de tus “defectos” y superarlo. De
ahí que la integración de la Sombra se vea como una lucha contra uno mismo, ya
que es uno mismo quien se restringe de dar el paso necesario para el cambio por
ser muy doloroso al corto plazo.
Aquellas citas que,
probablemente, con frecuencia escuchamos como “tú eres tu verdadero enemigo” o
“deberás confrontarte contigo mismo” suelen ser expresiones populares de lo que
implica la integración. Cabe agregar como dato anecdótico que el concepto de la
confrontación con uno mismo ha sido muchas veces retratado en la cultura
popular. Por enlistar algunos ejemplos relativamente recientes:
En la película Star Wars: The empire Strikes back, Luke Skywalker desciende a la caverna en Dagobah donde lucha con Darth Vader, pero al vencerlo descubre que bajo la máscara estaba él mismo.
El jefe final en la adaptación cinematográfica del comic Scott Pilgrim vs the World es precisamente una réplica malvada del protagonista. La lucha acaba con ambos amistándose.
El último enemigo a vencer en el videojuego Zelda II: The adventure of Link es una versión sombría del protagonista.
El enemigo final en la serie de televisión en los años 90 del Hombre Araña, era un Peter Parker "malvado" (se sugiere que lleva el simbionte de Carnage) de una dimensión alterna que nunca pudo lidiar con madurez el dolor de perder a su tío Ben. El conflicto termina cuando el Peter Parker “malvado” lucha contra el monstruo que lo posee y se redime.
El Greymon de Tai, en el anime Digimon, lucha contra otro Greymon bajo la presión y agresiones de Tai. La pelea concluye cuando el Greymon de Tai se transforma en Skullgreymon, una versión maligna de su línea evolutiva.
En el anime Los Caballeros del Zodiaco, los cuatro Caballeros de Bronce que protagonizan la historia luchan en la Isla de la Muerte contra los Caballeros Negros, que son versiones de ellos mismos pero con armaduras negras.
Lejos de ser una mera
coincidencia, estos relatos, aunque ambientados en mundos imaginarios, cuentan
nuestra propia historia al retratar la faceta universal de la lucha interior e
individual que todo sujeto necesita llevar a cabo para alcanzar su crecimiento
personal. Aquello que Joseph Campbell llamó “El viaje del héroe”, no es más que
la historia de nuestras vidas camuflada entre espadas, naves espaciales,
dragones o lo que se nos ocurra. La resolución al problema de la Sombra es lo
que Carl Rogers entendió como llegar a ser libres de nuestras propias
opresiones al decir: “Ser libre no implica que se desate a un monstruo
descontrolado, sino que al reconocer esos sentimientos como parte de uno mismo,
se equilibrarán y demostrarán de forma controlada”.
Temas relacionados:
Puedes leer algunas preguntas que puedes hacerte para conocerte mejor a ti o a otros aquí.
Puedes leer mi recopilación de investigaciones científicas sobre la felicidad aquí.
Puedes leer mi recopilación de investigaciones científicas sobre la felicidad aquí.
Abrams, J.,
Zweig, C. (1991).Meeting the Shadow: The
Hidden Power of the Dark Side of Human Nature. G.P. Putnam's Sons: New
York.
Diamond, S. (1996). Anger, madness, and the daimonic: The psychological genesis of
violence, evil, and creativity. SUNY Press: New York.
Jung, C. (1995). El hombre y sus símbolos. Paidos: Buenos
Aires.
Retamales, R. (2007). El encuentro con la propia Sombra y la
autoestima. Recuperado el 23/02/2015 en
http://www.sepanalitica.es/articulos/SombrayautoestimaWebSepa.pdf
Rogers, C. (1961). On becoming a person. Houghton Mifelin Company: Boston.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario