¿Alguna vez te has visto creyendo en un político en campaña
solo para indignarte de lo rápido que éste cambia su discurso y prioridades
tras obtener el cargo? ¿Opinas que el problema de tu localidad es que la
mayoría son corruptos y esperas a que llegue alguien honrado a poner fin a los
problemas? ¿Te has visualizado siendo "la persona a cargo" para
poder, al fin, hacer todo lo que esos dirigentes incompetentes no pueden? Tal
vez te interesen estas reflexiones.
Antes de continuar, no obstante, empecemos por preguntarnos
por qué los políticos no ven las cosas con la misma claridad que tú, y en su
lugar actúan de manera aparentemente errática e incongruente. ¿Será que las
personas más poderosas del mundo son todas idiotas… o habrá algún secreto a voces que el público general desconozca?
El presente trabajo se propone exponer de manera general las preocupaciones y restricciones reales tras las acciones de los políticos o cualquier persona en un cargo de mando, a fin de empoderar a quien le sirva la información. No obstante, antes de hablar del poder en contextos de cultura, economía y leyes,
removamos todas esas capas simbólicas de realidad aumentada y démosle un breve
vistazo a cómo otros animales manejan el tema:
Para De Waal (1982), la manera en la que los chimpancés
estructuran y negocian sus jerarquías de poder es lo suficientemente
sofisticada como para llamarla "política".
Aunque a primera vista características como tener gran
tamaño, fuerza física y actitudes dominantes parecen ser la llave al liderazgo,
de hecho el macho más pequeño, si tiene los amigos adecuados y los mantiene
felices, puede ser el Alfa.
Por ejemplo, los machos pueden iniciar campañas
relativamente largas (de dos o tres meses) para destronar al líder en las que, mediante interacciones individuales, prueban todas las coaliciones del grupo, a
la vez que se vuelven extremadamente generosos compartiendo su comida y
acicalando a sus compañeros. Ya desde este nivel de interacción animal se
observan dos costos o condiciones para el poder.
El costo de mantener la posición de Alfa, una vez
conseguida, es que necesitará mantener contentos a los aliados. “Entonces”,
señala De Waal, "si llegas al poder con el apoyo de un macho viejo, debes
dejar que se aparee con las hembras. Si no lo haces, ese viejo macho se va a
enojar contigo y lo perderás como compañero".
El segundo costo es que todos querrán tu posición "y,
por lo tanto, tienes que vigilar tu espalda constantemente (...), tienes que
romper las coaliciones de otros...".
Incluso la posición de Alfa en los animales está positivamente
relacionada al estrés. Por ejemplo, análisis de muestras fecales tanto en
babuinos Alfa (Gesquiere, et. al, 2011) como en lobos guía (Radinger, 2018)
revelan que hay una mayor concentración de glucocorticoides en ellos que en el
miembro promedio de su grupo. En palabras de Radinger (íbid): "Desde un
punto de vista evolutivo, significa que un puesto de responsabilidad lleva aparejado
un alto estrés social a largo plazo".
Los dos extremos de la jerarquía social conllevan estrés. |
La posición de Alfa es tan difícil de conseguir como fácil
de perder. Por ejemplo Radinger (íbid) describe el caso observado de una loba
líder que "había gobernado su familia con mano de hierro, había expulsado
de la mandada a su madre y a una hermana y se comportaba con extrema
agresividad con su otra hermana, que era muy dócil, e incluso llegó a matar a
los cachorros de esta en alguna ocasión". Las tensiones parecieron haber
ido acumulándose entre los otros miembros de la manada al punto en el que un
día "la hermana dominante corrió a la cueva de Cinderella [nombre asignado
a la loba que la suplantó después], presumiblemente para volver a matar a sus
lobeznos. Pero allí se encontró con una feroz y violenta resistencia de toda la
manada, que mató a la loba líder".
Dado que el poder no emana del que lo ejerce, sino que es
proyectado hacia éste por los que lo obedecen, ninguna persona reina o gestiona
por sí sola. Vale la pena recordar dicho axioma. Un presidente no puede construir la infraestructura con sus
propias manos, no puede hacer cumplir la ley personalmente ni defender él mismo
a la patria de amenazas externas.
El poder de un encargado no es actuar, sino que los otros
actúen sus indicaciones a cambio de una porción de lo que en este texto
llamaremos “el Tesoro” o los beneficios. Por ello la influencia del líder
estará íntimamente relacionada a su control de los recursos. Mientras más
restricciones, permisos e intermediarios haya entre el encargado y los
recursos, más dependerá éste de la lealtad de quienes los provean para mantener
su posición. De ese modo la cooperación de los individuos clave necesarios para
mantener el control sobre herramientas o instituciones es el verdadero poder
del encargado.
Sin embargo dependiendo de quién controle qué recursos o
influya más en las personas correctas, este grupo de individuos esenciales, al
que llamaremos “la corte”, puede ser quien realmente domine la situación, tenga
al encargado por títere y lo restrinja a una agenda que no puede alterar sin
ser reemplazado. Por ello, toda posición de poder es un constante “tira y
afloja” orientado a minimizar la cantidad de personas de las que uno depende y
maximizar la cantidad de personas dentro de un total ya dado que dependan de uno. Todo mientras otros hacen lo mismo en perjuicio tuyo, claro está.
Cualquier cambio que un encargado tenga en mente no vale más
que lo que tú o yo tengamos en mente si su corte no hace lo que éste solicita. Adicionalmente la complejidad de la situación se hace visible cuando entendemos que lo mismo
aplica a cada uno de los miembros de su corte. Cada uno también es
individualmente una figura de poder y tiene asimismo su propia corte que gestionar.
Por otro lado un dirigente con demasiados individuos clave
en su corte tiene dos problemas: mantener cortes grandes es muy costoso (el Tesoro es el mismo hayan pocos o muchos) y,
además, mientras más miembros haya más difícil será mediar sus rivalidades o
alianzas. Incluso en la situación en la que la distribución del Tesoro no es un
problema, es preferible repartir esa misma cantidad en pocas figuras clave que
basten para mantener el sistema bajo control.
Mientras más grande sea el grupo de esenciales, más probable
es que un rival logre reclutar a suficientes miembros para arrebatar el poder
de quien está a cargo. Reducir el tamaño de la corte a lo mínimo necesario y
remover a los potenciales rivales es fundamental para mantenerse en una
posición de poder, seas un un lobo, un chimpancé o un humano.
Todo líder cuenta con figuras clave para su mandato. |
Por ello es común que después de un cambio de administración
haya tanto purgas en el equipo entrante como alianzas impensables con miembros
del régimen anterior o partidos ideológicamente opuestos. Desde el popular enfoque de “buenos contra malos”, el
público general podría sorprenderse e indignarse ante tales escenarios. ¿Por
qué dejar ir a quienes te ayudaron desde el principio? ¿No son los aliados del
régimen anterior peligrosos para el nuevo sistema?
Recordando que el poder no emana del que lo ejerce, sino que
es proyectado hacia éste por los que lo obedecen, la respuesta sencilla es que
las figuras clave para llegar a una posición de poder no son las mismas que para mantenerse en ésta. Puedes ignorar este axioma, pero la
experiencia te enseñará que quien lo use en tu contra te superará si no te
adelantas. En palabras de Bueno de Mesquita (2011): “Un nuevo titular prudente
actuará con rapidez para quitarse de en medio a algunos e incluir a otros cuyos
intereses aseguren más sólidamente su lealtad futura. Solo después de los
despidos, la reorganización y la reducción de su particular conjunto de
esenciales es posible garantizar el futuro mandato de un dirigente”.
Consideremos al rey Luis XIV (1638-1715). Permaneció en el
poder más de setenta años, tiempo en el que Francia llegó a ser la potencia
dominante de Europa. Durante su reinado se elaboró un código legal que
contribuyó a configurar el código napoleónico (base de la ley francesa
contemporánea) y formó un ejército profesional permanente que se convirtió en
modelo para el resto de Europa. Sin embargo aunque la etimología de “monarquía”
sea “el gobierno de uno”, ciertamente Luis XIV no lo hizo él solo.
Cuando Luis asumió el dominio real sobre el gobierno en
1661, el Estado se encontraba prácticamente en bancarrota, lo que puso en
peligro su dominio, porque los aristócratas de la vieja guardia, incluidos los
oficiales del ejército, sabían que sus fuentes de dinero y privilegios eran
inciertas. Las circunstancias eran propicias para que estos aliados
políticamente cruciales buscaran a alguien más que pudiese garantizarles
prestigio y riqueza.
Por un lado, Luis supo controlar a sus aliados dudosos
obligándolos a estar físicamente presentes en Versalles buena parte del tiempo,
y por otro amplió las oportunidades de poder para nuevos aristócratas, abriendo
vacantes para grados de oficiales, incluyendo los más altos rangos. Así, al
ampliar la reserva de personas que podían figurar en su círculo de allegados,
hizo más competitiva a la supervivencia política de quienes ya desempeñaban
algún cargo.
Todos quieren ser los amiguitos del rey. |
De ese modo, con el ascenso de tantos nuevos nobles, Luis
creó una nueva clase social de personas en deuda con él y, al hacerlo,
centralizó su propia autoridad. Luis no pudo haber prosperado en el poder sin
la ayuda de quienes formaban parte de su corte, y ellos no podían obtener los
beneficios de sus cargos sin seguir siendo leales a él. Alcanzar y mantener
activamente ese equilibrio un día a la vez es la maldición del poder.
El cuento "El banquete" de Ramón Ribeyro (1958)
retrata eficazmente las condiciones del poder al ilustrar la importancia de las
alianzas y la fragilidad del equilibrio entre estas. La historia describe cómo
un hombre adinerado planeó ganarse el favor del Presidente de la República para
ingresar a su círculo de allegados:
"Cuando todos los detalles quedaron ultimados, don
Fernando constató con cierta angustia que en ese banquete (...) había invertido
toda su fortuna. Pero, al fin de cuentas, todo dispendio le parecía pequeño
para los enormes beneficios que obtendría de esta recepción".
Y aunque después de un largo suspenso el protagonista logra
convencer al presidente de incluirlo en su corte, al final de nada sirve,
porque el presidente perdió su poder por un descuido durante el banquete mismo.
"En la madrugada, aprovechándose de la recepción, un ministro había dado
un golpe de estado y el presidente había sido obligado a dimitir".
Un ejemplo real de lo que sucede
cuando este equilibrio se pierde lo encontramos en el derrocamiento de Hosni
Mubarak en Egipto por parte de un levantamiento popular. Su caída en febrero
de 2011 no se dio hasta después de que sus generales más importantes desertasen
tras recortes en la ayuda económica externa de Estados Unidos, lo que envió al
pueblo el mensaje de que podían tomar las calles sin temor a una represión
militar. Aunque pueda construirse la narrativa de que el pueblo
egipcio derrocó a su dictador, lo cierto es que fue la corte quien lo reemplazó
utilizando a la masa como instrumento.
Otro ejemplo de cómo la ruptura del mentado equilibrio
conlleva al fin de un régimen se aprecia en el caso del dictador Julio César,
quien entre sus distintas reformas se orientó a beneficiar realmente al pueblo.
Dio concesiones de tierras a antiguos soldados y se deshizo del sistema de recaudación
tributaria antiguo, reemplazándolo por un sistema tributario más ordenado y
previsible que alivió la carga de la deuda del pueblo. El problema, no obstante, fue que lo hizo a expensas de los ingresos
de los ciudadanos prominentes de Roma en el senado, quienes vieron sus
beneficios significativamente reducidos y finalmente optaron por deshacerse de
él. Al verse tan aclamado por las masas, César sobrestimó su propio poder sobre el senado llegando a ser abiertamente irrespetuoso con ellos y a desestimar su autoridad en público.
Ítalo Calvino expresó la experiencia de ocupar un
cargo de poder escribiendo: “¿Y qué es reinar sino esa otra larga espera? La
espera del momento en que serás depuesto, en que deberás dejar el trono, el
cetro, la corona, la cabeza” (1988).
Los líderes experimentados saben que si no controlan a su
corte de manera fría y calculada independientemente de sus relaciones personales con ellos, su reinado será corto. Por eso las
transiciones políticas están llenas de ejemplos de partidarios que ayudan a un dirigente
a conseguir el poder para ser sustituidos a último momento. Impera la lógica de
“o ellos o yo”. Fidel Castro y Sadam Husein lo tuvieron presente, por ejemplo.
Para el primer caso, inmediatamente después del éxito de su
revolución, Castro nombró a veintiún ministros en enero de 1959, pero doce dimitieron
o fueron removidos del cargo a finales de ese año y otros cuatro fueron
destituidos en 1960. Figuras que en su momento fueron esenciales para llegar al
poder como Ernesto Guevara, Frank País, Camilo Cienfuegos, Huber Matos o
Humberto Sori Marín no escaparon a las purgas que Castro consideró necesarias
para asegurar su posición. De manera similar, para el segundo caso, Husein ejecutó
a alrededor de 450 dirigentes de su propio partido en el transcurso de
consolidar su poder, entre los que hubo oficiales del ejército, profesores,
jueces, abogados, periodistas, líderes religiosos, entre otros.
Cuba |
Irak |
El equilibrio entre las necesidades de los dirigentes y sus
allegados es esencial para la estabilidad de un régimen, ya estemos hablando de una monarquía, una autocracia
o una democracia, porque ningún sistema ideológico exonera a sus participantes de
este criterio básico de supervivencia. Todos “están unidos por la lógica de la
política, por las reglas que rigen a los dirigentes” (Bueno de Mesquita, 2011).
El caso del expresidente Kuczynski proporciona un ejemplo de lo que ocurre cuando no conoces bien el juego de la política. Por un lado hizo lo que cualquier político de trayectoria hubiese hecho: negociar una alianza impensable que le permitiese conservar su cargo a mediano plazo independientemente de lo que haya dicho en campaña. Por otro lado pareció haber dado por sentada la lealtad incondicional de su corte y no consideró que mentirle podía costarle todo. Actuó como si el poder emanase de él mismo y no de ellos hacia él.
Tras conocerse el indulto humanitario otorgado al expresidente Fujimori a cambio de que miembros del partido opositor no voten para vacarlo, renunciaron dos ministros (Salvador del Solar y Jorge Nieto) y tres miembros de su bancada (Alberto de Belaúnde, Vicente Zeballos y Jorge Nieto). Luego de que se filtrasen videos que confirmaban la negociación que él tan fervientemente negó, varios de los congresistas que tenían previsto respaldar a Kuczynski frente a un segundo pedido de vacancia anunciaron que solicitarían su renuncia. Sin su corte Kuczynski no tenía el poder de evitar una segunda vacancia, por lo que no le quedó más que abandonar el cargo para evitar la experiencia de ser depuesto.
Desde el punto de vista de sus participantes, al pensar en política
conviene prestar más atención a las acciones e intereses de dirigentes
concretos con nombre y apellido que a abstracciones como el interés nacional, la
justicia o la moral. De ahí que pueda ser útil poner a un lado de vez en cuando el esquema inocente de “corruptos
contra honestos” o “izquierda contra derecha” o “buenos contra malos”. No solo
nos dará herramientas para interpretar y predecir eficazmente a los políticos,
sino que nos liberará de la mentalidad que nos hace revivir una y otra vez la
indignación de que nuestras expectativas idealizadas no se cumplan.
Tú creyendo que el que era bueno ahora es malo. |
Por eso, de la experiencia histórica de líderes en todas las
esferas de la vida cotidiana, pueden extraerse los siguientes principios a
respetar cuando se aspire a un cargo de responsabilidad elevada:
- Controla el Tesoro, o reduce los intermediarios entre tú y éste.
- Minimiza el tamaño de tu corte a lo indispensable.
- Procura que tu corte tenga exactamente lo que quiere.
- Jamás perjudiques a tu corte en favor de personas de las que no dependas.
Los líderes eficaces seguirán directa o indirectamente
alguna versión de estos principios, ya que es la realidad política la que los
dicta y no la narrativa de honestidad y transparencia con la que se gana una
elección. Del mismo modo en que un economista no puede desconocer las
tendencias humanas de las que emergen las “leyes” de la economía, un político
no puede actuar fuera de las restricciones reales que su situación le impone
sin importar qué diga frente a las cámaras o los votantes. Al interpretar el
comportamiento de un dirigente, ayuda recordar que aunque el trono se vea
omnipotente a la distancia, es éste quien controla al que lo ocupa y no al
revés.
Referencias:
Bueno de Mesquita, B. & Alastair, S. (2011). El manual del dictador: Por qué la mala
conducta es casi siempre buena política. Siruela: Madrid.
De Waal, F.
(1982)[2007]. Chimpanzee politics: power and sex among apes. Johns
Hopkins University Press: United States.
Calvino, I. (1988)[2010]. Bajo el sol jaguar. Siruela: Madrid.
Gesquiere LR, et al. (2011). Life at the top: Rank
and stress in wild male baboons. Science. 2011;333:357–360.
Radinger, E. (2018). La
sabiduría de los lobos: Cómo piensan, cómo se comunican, cómo se cuidan entre
sí. Urano: Madrid.
Ribeyro, J. (1958). Cuentos
de circunstancias. Nuevos rumbos: Lima.
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