Existe un ánime, el cual probablemente ya conozcan, llamado Digimon. ¿Les suena?
Sí. Ese que no es Pokémon. |
Deseo compartirles una reflexión sacada de lo sucedido en el episodio 16
de la primera temporada, pero antes repasaré lo básico sobre la serie para estar
todos en la misma página.
Digimon narra las aventuras de un grupo de niños, todos con monstruo de
mascota que, en sentido metafórico, representa la maduración emocional de cada
uno. Cada niño posee una virtud que lo caracteriza: valor, amistad, pureza,
amor, honestidad y conocimiento. Resulta que cuando uno de ellos experimenta un
evento que los ayuda a madurar y desarrollarse de acuerdo a su virtud
emblemática, el lazo con su monstro se ve afectado también. En ese sentido, el
valor de Tai (personaje en el que me centraré) es lo que brinda fuerza a su
monstruo, Agumon. Dicha fuerza estimula que éste se transforme cuando sea necesario combatir.
Tai y Agumon |
El contexto en el episodio 16 es el siguiente: Para este punto de la
historia, Tai es el único del grupo que ha encontrado un amuleto que le da a su
monstruo la posibilidad de transformarse en algo mucho más poderoso de lo que podía ser antes. Ya que, por el momento, él era el único que podía
evolucionar a su monstruo a una etapa superior a la de Greymon, Tai consideraba
que en él recaía la responsabilidad de proteger a los demás en caso de que
algún peligro se diese. Por ello, observamos a un Tai más autoritario y severo
que de costumbre, imponiendo su liderazgo y obligando a Agumon a permanecer
alerta y fortalecerse a toda costa.
Finalmente aparece un enemigo poderoso y Agumon se transforma en Greymon
para combatirlo. Tai y sus amigos se dan cuenta, durante la pelea, de que Greymon
no tiene la fuerza suficiente para ganar.
Entonces Tai le exige a Greymon que “digievolucione” (se transforme)
para derrotar a su enemigo. Para Tai ese cambio es ahora o nunca. Greymon,
quien hasta ese momento jamás había podido transformarse, no pudo lograr su
objetivo, porque sencillamente no sabía cómo forzar un cambio de esa naturaleza.
Tai comprendía que cambios en su crecimiento personal estaban
relacionados a la apariencia y fuerza de su monstruo, por lo que para apresurar
dicha madurez, se armó de "valor" y se inmoló contra el enemigo para
poner su vida deliberadamente en peligro y forzar a Greymon a evolucionar para
salvarlo.
Aquel valor imprudente e impulsivo generó tal angustia en Greymon que
éste, en efecto, evolucionó para sobrellevar la situación. Sin embargo, algo no
andaba bien: su cambio no reflejaba control. Se transformó en una criatura
monstruosa y altamente destructiva que acabó rápidamente no solo con su
adversario, sino con todo el lugar en el que se encontraban y, por poco,
también con sus propios amigos. Dicha evolución toma el nombre de
"Skullgreymon", una criatura cuya apariencia calavérica,
debatiblemente, puede hacer alusión a la muerte y la destrucción.
Skullgreymon |
El final del episodio nos deja con la idea de que fue una transformación
"equivocada", ya que en la serie luego aprendemos que la evolución
"correcta" sería "Metalgreymon". ¿Qué ocurrió entonces?
En términos simples, Tai tuvo el valor equivocado. Inconsciente y
temerario, forzó un evento sin pensar más que en lo que él quería. Ignoró el
sufrimiento que impartía en los demás y optó por una postura poco empática y predominantemente
agresiva. Ello causó que su monstruo tuviese una forma "incorrecta"
de evolucionar. ¿A qué voy con esto?
Reemplacemos la palabra “evolucionar” por “madurar”.
En la vida, todos tenemos vivencias de distinta índole que nos enseñan
una u otra cosa. No obstante, no
es la experiencia la que de por sí nos hace madurar, sino la reflexión que
hagamos en base a ella.
Un ejemplo sencillo: Una persona se permite enamorarse y se entrega por
completo a su pareja. Experimenta una enorme felicidad gracias a esta decisión,
pero, a largo plazo, la relación no funciona como lo deseaba y ambos terminan
separándose en malos términos. Ante esta situación, esta persona es
inmediatamente confrontada con una fuerte sensación de injusticia, de vacío,
tristeza, etc. Este estado emocional lo coloca en la situación en la que
necesita darle un sentido a lo que ocurrió y adquirir nuevas habilidades para
protegerse mejor.
Por un lado podría decidir que el amor es muy riesgoso y que para no
sufrir nunca más por un tema similar, es lógico no confiar más en otros y
evitar crear vínculos para nunca tener que pasar por la experiencia de
perderlos. A corto plazo, una decisión así podría, en efecto, ahorrarle algunas
angustias, pero a largo plazo esta persona podría terminar enfrascándose en una
soledad mucho más intolerable que el propio cese de una relación.
Sí. Mi cuenta de Facebook está en alemán. |
Les comparto, así, un término que vengo utilizando desde hace un tiempo.
Cuando uno, luego de una fuerte adversidad, madura de tal forma que su cambio,
a largo plazo, cause, mantenga o amplifique su sufrimiento o el de otros,
entonces podría decirse que su cambio es el “Skullgreymon” de lo que vivió. En
otras palabras, la experiencia lo marcó para mal, habiendo tenido la
posibilidad de crear otro desenlace más beneficioso a largo plazo.
Por otro lado, ante la misma situación inicial, esta persona podría,
también, concluir que las vivencias desagradables nos ayudan a atesorar y
cuidar a las que creemos que valen la pena, por entender lo efímeras y
delicadas que pueden llegar a ser. Tras haber experimentado una vivencia tan gratificante,
esta persona podría enfocarse en que ahora sabe que, aunque son susceptibles de
terminarse, estos estados de éxtasis son reales y posibles. Analizando sus
circunstancias, puede identificar con más precisión cómo cuidar mejor de su
situación para reducir las probabilidades de que ésta tome rumbos no deseados.
El punto, finalmente, es que pese a que dos personas puedan tener una experiencia muy
similar de abandono, la forma en la que maduren o cambien, dependerá de sus reflexiones
e interpretaciones, más que de la naturaleza de la experiencia en sí.
Esto es, de hecho, una buena noticia: tenemos más control de nuestro
bienestar del que nos gustaría aceptar. No podemos escoger todo lo que nos
ocurre, pero sí la actitud con la que lo afrontaremos.
Dato curioso: el enemigo contra el que Greymon luchaba era otro Greymon.
¿Una metáfora de la lucha interna contra uno mismo, tal vez?