La muerte, definida por la RAE
como “cesación o término de la vida”, ha fascinado a la humanidad desde sus
inicios. Ha sido un tema frecuentemente abordado por la filosofía y prácticamente
todas las religiones del mundo tienen una interpretación sobre su significado.
Es común encontrar en distintas
culturas alrededor del mundo y a lo largo de la historia, que el tema de la muerte
se vea, también, acompañado de creencias sobre la posibilidad de volver de ella
o de continuar existiendo pese a ella. Por nombrar tan solo un par de ejemplos,
los antiguos egipcios consideraban que existía otra vida después de la muerte,
la cual solo podía ser disfrutada con el mismo cuerpo que uno utilizó durante
su vida, razón por la que se le preservaba y enterraba con alimentos y
utensilios. Durante la misma época, por otro lado, en la antigua Mesopotamia se
creía que los seres humanos habían sido creados con una mezcla de arcilla y
sangre de dios, por lo que eran parcialmente inmortales. Para ellos, el cuerpo
moriría pero su conciencia continuaría existiendo sin éste (History, 2014).
Por otra parte, gracias a los
avances de la ciencia, hoy en día nuestra comprensión de la muerte es muy
distinta a las interpretaciones mitológicas. Para entender lo que es la muerte,
sin embargo, necesitamos entender, primero, lo que es la vida.
La vida está contenida en los
procesos biológicos continuos en los organismos compuestos exclusivamente de
materia, la cual está regida por las mismas leyes físicas, ya sea que compongan
un organismo vivo o un objeto inanimado.
Dentro de cada una de nuestras
células constantemente están ocurriendo reacciones químicas potenciadas por la
glucosa y el oxígeno que se utilizan para producir la molécula adenosín
trifosfato (ATP, por sus siglas en inglés).
La molécula ATP les da la energía
a las células para realizar sus procesos, tales como el crecimiento, la
reproducción, reparación, etc. Estos procesos luchan constantemente por revertir
un proceso físico natural llamado entropía, que constantemente separa, dispersa
y fragmenta la materia si es que ésta no es empujada y mantenida en “su lugar”(Hayes, 2014).
Se necesita una gran cantidad de
energía para producir las moléculas que componen un organismo, pero se necesita
aún más energía para mantenerlas posicionadas en donde necesitan estar para que
el sistema vivo funcione. Esto puede ser explicado en términos físicos mediante
el segundo principio de la termodinámica: “En un sistema aislado la entropía
siempre aumenta o, como mucho, permanece constante” (Pérez, 2012).
Ello quiere decir que para que un
sistema se mantenga funcionando continuamente necesita recibir energía de una
fuente externa, sea este sistema un motor, un ser vivo, una polea, un reloj,
etc., de lo contrario, progresivamente irá deteriorándose en su funcionamiento
hasta que este cese por completo.
La dispersión de la materia, o
entropía, puede ser, también, entendida observando el calor.
Desde el punto de vista mecánico,
el calor puede ser explicado como resultado del movimiento microscópico de los
átomos y las moléculas que componen la materia. El calor puede ser representado
como un movimiento veloz de las partículas, mientras que el frío como un
movimiento lento. A mayor velocidad del movimiento de las partículas, mayor
calor. A menor velocidad de movimiento, menor el calor o mayor el frío.
En la teoría molecular del calor
los fenómenos termodinámicos tienen una interpretación mecánica sencilla. Por
ejemplo, cuando ponemos en contacto un cuerpo caliente con otro frío las
moléculas del cuerpo caliente reparten su energía cinética con las del cuerpo
frío mediante los choques entre ambas. Las que se movían más rápido terminan
moviéndose más lento y viceversa. Al final las temperaturas se igualan, lo que
quiere decir que la velocidad promedio termina siendo la misma.
Dado que la entropía en los
sistemas aislados se mantiene o aumenta hasta el límite, es viable postular que
los sistemas tienden al estado de máxima entropía. Ello, no significa otra cosa
que tender a su estado más probable. El siguiente ejemplo lo ilustrará:
Supongamos que tenemos cuatro
bolas y dos cajas. Numeraremos cada una de las bolas del 1 al 4 y llamaremos a
las cajas Caja A y Caja B. En la siguiente tabla se ilustran todas las formas
posibles de distribuir las cuatro bolas en las dos cajas:
Notaremos que hay un total de 16
posibles combinaciones o estados posibles. Sin embargo, observamos en la tabla
que el estado más probable es el de encontrar la mitad de las bolas en una caja
y la otra mitad en la otra caja, es decir la dispersión más equitativa. Es factible
realizar un simple cálculo matemático para demostrar que cuando el número total
de bolas tiende a infinito, la probabilidad de la dispersión más equitativa
tiende a 100%. Sean bolas o partículas, el fenómeno tenderá a ocurrir del mismo
modo incluso si en lugar de dos cajas A y B tuviésemos una sola caja con un
lado A y un lado B del mismo volumen cada uno.
El estado más probable es, por lo
tanto, el de la distribución o dispersión equitativa de las partículas, así
como su desintegración (por ser la dispersión de sus partes). La
irreversibilidad de los procesos físicos (o improbabilidad de que las partículas
se reordenen solas) es consecuencia de que el estado inicial de mínima
dispersión es muy poco probable.
Dentro de un organismo vivo, el
fenómeno de la entropía determina que las moléculas tiendan a disiparse en el
espacio, trasladándose de áreas de alta concentración hacia áreas de baja
concentración e incluso a descomponerse en moléculas más pequeñas que seguirán
dispersándose.
Entonces, las células necesitan
revertir la entropía constantemente para mantener al sistema vivo ordenado y
organizado, por lo que siempre requieren oxígeno y glucosa que obtienen del
medio externo. En otras palabras, los organismos necesitan constantemente
obtener materia prima de la respiración y la ingesta de alimentos y líquidos para
reemplazar los químicos ya utilizados en la reversión de la entropía, llamada
también neguentropía (Ortiz, 2011).
El proceso en el que las células
sucumben completamente a la entropía es lo que llevaría al organismo al estado
que todos conocemos como "muerte". De hecho, algunos médicos
prefieren referirse a la salud como la predominancia de la neguentropía en el
cuerpo y a la enfermedad como la predominancia de la entropía en el cuerpo
(íbid.).
Pero comprender la muerte a este
nivel no es un mero adorno intelectual, sino un primer paso hacia lo que por
milenios ha permanecido como una quimera.
La muerte, como proceso entrópico,
teóricamente, puede ser revertido utilizando tecnología mecánica microscópica
que coloque manualmente todas las moléculas de regreso en la posición original
e inyectando ATP en todas las células al mismo tiempo, para que el organismo
sencillamente, reinicie donde se quedó (Hayes, 2014). Si bien hasta la fecha de
este trabajo la tecnología moderna no cuenta aún con las herramientas para
llevar a la práctica dicha propuesta, una alternativa futura sería el
desarrollo de nanorrobots que realizaran el trabajo.
Al pensar en los organismos vivos
como materia con la propiedad de revertir temporalmente la entropía a costa de
acelerarla en otro sistema con el que esté interrelacionada, la muerte solo es
un estado físico producto de alguna interrupción física de dicho balance a
nivel microscópico. Dicho balance puede ser recuperado mediante lo que, quizá,
en un futuro podría llamarse “bioarquitectura molecular”. Si bien para muchos
la muerte y sus causas podrían ser un misterio filosóficamente irresoluble, la
historia parece sugerir que en la ciencia no hay misterios, sino acertijos.
Referencias:
Hayes, R.
(2014). At what moment are you dead? Recuperado el 1 de junio de 2015, de https://www.youtube.com/watch?v=5c6C3rHOdf8
History.
(2014). History of Death: Death in
ancient civilizations. Recuperado el 7 de junio de 2015, de
http://www.history.co.uk/study-topics/history-of-death/death-in-ancient-civilisations
Ortiz, P. (2011). La
explicación informacional. Centro de investigación Anastomosis: Lima.
Pérez, A. (2012). La
teoría cuántica: La revolución de lo muy pequeño. EDITEC: España.
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