Un paciente de 45 años fue
diagnosticado con epilepsia de lóbulo temporal derecho (Devinsky & Lai,
2007). Desde el año y cuatro meses experimentaba convulsiones febriles
(inducidas por fiebre) y, aunque tuvo un desarrollo psicosocial relativamente
normal, experimentó ataques precedidos por auras (sensaciones fuera de lugar
como sabores, déjà vu, alegría o tristeza intensa súbitas, entre otras). En
diversas oportunidades manifestó escuchar a Jesús hablar con él después de un
ataque. A los 27 años tuvo un episodio de violencia en el que actuó, según
explica, el comando de Cristo. A veces, durante la terapia de grupo, se tornaba
más religioso, rezaba en voz alta, comentaba que escuchaba la voz de Dios y
predicaba a los presentes.
La electroencefalografía documentó
un foco en el lóbulo temporal derecho, una resonancia magnética de su cráneo
mostró esclerosis temporal mesial en el lado derecho, el PET scan mostró hipometabolismo en el lóbulo temporal derecho, la
prueba de Wada reveló el dominio del lenguaje del hemisferio izquierdo y la
memoria del hemisferio derecho deteriorada. Todos los instrumentos coincidieron
en señalar disfunción y actividad epileptiforme en zonas del lóbulo temporal
derecho. Se reporta que después de una lobectomía del tejido disfuncional
identificado, permaneció libre de ataques y sin fármacos antiepilépticos
durante más de 10 años. Tampoco ha experimentado más delusiones o pensamientos
religiosos intrusivos.
Una paciente de 38 años, criada en
una familia religiosa y con alta participación en las actividades de su iglesia
fue diagnosticada con psicosis postictal leve con prominente ideación religiosa
y déjà vu persistente (íbid.). Su historial muestra ataques febriles desde los
12 años. Trabajó hasta que su condición empeoró y, en los últimos tres años,
fue hospitalizada varias veces. Luego de un episodio en el que
sufrió varios ataques, al recobrar la conciencia manifestó que experimentó pensamientos teológicos intrusivos y flashes de
recuerdos. "Pensé
que estaba perdiendo mi salvación...
Sentí al
anticristo. Estaba asustada". Se reporta que se mostraba particularmente
atenta a los detalles, los símbolos y los números. Preguntó si el número
"66" en medio de su tarjeta del seguro social significaba algo, por
ejemplo.
La electroencefalografía identificó
un foco del lóbulo temporal izquierdo, la resonancia magnética de su cráneo
reveló una pequeña lesión inespecífica en la materia blanca de la región
periventricular derecha, la prueba de Wada reveló un deterioro en el hemisferio
izquierdo en relación a la dominación del lenguaje y la memoria.
Adicionalmente, el examen patológico reveló una displasia cortical leve.
Casos como los descritos no son
recientes. Al retroceder cronológicamente en la literatura médica, encontramos,
por ejemplo, que Mabille (1899) describió a un paciente que, después de un
ataque, informó que Dios le había dado una misión para llevar ley al mundo y
que Él y la Virgen María le ordenaron que no comiera hasta que tuviera éxito en
su misión.
Howden (1873) describió "un
fuerte sentimiento de devoción que se manifiesta en determinados delirios
religiosos" entre algunos pacientes con epilepsia y cuenta el caso de un
hombre que experimentó una conversión religiosa después de un ataque en el que
tuvo la visión de estar en el Cielo. El paciente "sostuvo que Dios la
había enviado [la visión] como un medio de conversión, que ahora era un hombre
nuevo y nunca antes había sabido lo que era la verdadera paz".
Aunque principalmente citamos como
ejemplo a casos de epilepsia de lóbulo temporal, cabe resaltar, también, que
otras condiciones neurofisiológicas asociadas a la hiperreligiosidad intrusiva son la bipolaridad en manía, demencia frontotemporal, trastorno obsesivo compulsivo y
esquizofrenia (Swaab, 2014).
Se han diferenciado dos categorías
amplias de experiencias religiosas (James, 1902). Una es la religiosidad
proporcionada por la educación de nuestros padres y la sociedad y, la otra,
incluye a la experiencia de individuos para quienes la religión existe no como
un hábito aprendido sino como una fiebre aguda o una compulsión incontrolable. Las
llamaremos “religiosidad cotidiana” y “religiosidad epileptógena”
respectivamente.
Aquellas dos formas generales de la
experiencia religiosa pueden correlacionarse predominantemente a la actividad
en las regiones frontal y temporal, generalmente, del hemisferio derecho (Devinsky
& Lai, 2007). Una sobreactivación de las conexiones entre el surco temporal
superior, la amígdala y la ínsula causada por el tipo de inflamación que se ve
en la epilepsia del lóbulo temporal puede resultar en un aumento extremo de la
empatía por los demás, por uno mismo e incluso por el mundo inanimado al punto
de encontrar el universo y todo lo que hay en éste profundamente significativo (Ramachandran, 2011).
Si al escenario anterior le agregásemos algún
daño al sistema en los lóbulos frontales que inhibe la actividad del giro
cingulado anterior (parte del circuito para la empatía) la experiencia podría
tornarse infinitamente trascendental a nivel emocional. El sistema inhibitorio
en el lóbulo temporal previene la "sobreempatía", para preservar el
sentido de identidad. El resultado de dañar este sistema sería una segunda
sensación aún más profunda de identificarse o sentirse uno con todo (íbid.).
Por el mismo hecho de que los
síntomas de la epilepsia varían dependiendo de la ubicación neurotopográfica en
la que se focalice la enfermedad, no todos los casos presentan síntomas
relacionados a la religión. De hecho, se registra que solo alrededor de un 4%
de pacientes con epilepsia presenta exacerbación en la ideación y conducta
religiosa (Devinsky & Lai, 2007).
Dentro de las experiencias
religiosas epileptógenas en ese 4%, puede distinguirse entre la religiosidad
ictal y postictal que son "fiebres religiosas" o episodios agudos que
ocurren durante o inmediatamente después de un ataque, y la religiosidad interictal
que, usualmente, toma la forma de actitudes y comportamientos más continuos
después de un ataque. Se reporta que estos individuos tienen creencias
religiosas inusualmente enérgicas, a menudo asociadas a un mayor sentido del
destino personal, fuertes creencias morales e intereses filosóficos (Geschwind,
1974; Trimble & Freeman, 2006).
En personas en estas condiciones,
sus estados pueden agudizarse con, por ejemplo, la privación de sueño, el
aislamiento sensorial, drogas, deshidratación, esquizofrenia, neurosífilis o
demencia. Sin embargo, muchas culturas apoyan activamente las experiencias
religiosas de conciencia alterada y han aprendido a inducirlas a través de
condiciones ambientales extremas como, por ejemplo, hiperventilación,
aislamiento prolongado, ayuno o alucinógenos en contextos ceremoniales (Devinsky
& Lai, 2007). Muchas veces se consideraba a las convulsiones como
resultado de influencias sobrenaturales demoníacas o divinas (Schachter, 2006;
Carranza et al., 1999).
La naturaleza de la religiosidad
epileptógena varía y puede incluir emociones intensas, sentir presencias, la
sensación de estar conectado con lo infinito (Alajouanine, 1963), escuchar la
voz de Dios (Hansen & Brodtkorb, 2003), visualizar a alguna figura
religiosa (Karagulla & Robertson, 1955), así como la experiencia vívida de
clarividencia y telepatía (Ozkara, et al., 2004). Algunos ataques incluyen
placer intenso, alegría o satisfacción (Cirignotta et al., 1980; Hansen, 2003).
El estudio sobre la epilepsia y los estados
de éxtasis religioso incita a que nos preguntemos cuántas otras figuras religiosas
podrían haber tenido epilepsia. Por ejemplo Alschuler (2002) considera que el
profeta judío Ezekiel manifestaba claros síntomas de epilepsia de lóbulo
temporal, y Landsborough (1987) también le atribuye esa condición a Pablo de
Tarso. Entre otras figuras religiosas con epilepsia, Bryant (1953) destaca al profeta Mahoma, Santa Cecilia, Juana de Arco, George Fox, Joseph Smith,
entre otros.
Sin embargo, aunque puedan contarse
profetas que han interpretado sus estados de conciencia alterada como
revelaciones metafísicas del cosmos, sobre dichos estados Harris (2014) explica
que aunque "no nos dicen nada sobre
los orígenes del universo, sí confirman algunas verdades bien establecidas
sobre la mente humana: nuestra sensación convencional del sentido del yo es una
ilusión; las emociones positivas como la compasión y la paciencia son
habilidades que pueden enseñarse; y la forma en que pensamos influye
directamente en nuestra experiencia del mundo".
Sería apresurado, no obstante, asumir que nadie en el Mundo Antiguo mantuvo una hipótesis alternativa sobre el origen de esta
dolencia. Por ejemplo Hipócrates de Cos (460 a.C.-370 a.C.) escribió un breve
tratado titulado "Sobre la enfermedad sagrada", en el cual registró lo siguiente:
"A esta
enfermedad no la considero más divina que las restantes, sino que tiene
idéntica naturaleza que las demás enfermedades y la misma causa de donde cada
una deriva".
"Pero los hombres
creyeron que su causa era divina o por inexperiencia o por el carácter
maravilloso de la dolencia".
Incluso, rompiendo todos los
prejuicios sobre el conocimiento en el Mundo Antiguo, le atribuye su origen a
la disfunción cerebral:
"Los hombres deben saber que los placeres, las alegrías, la risa y las diversiones así como también las penas, las aflicciones y las inquietudes no se localizan en ningún otro órgano sino en el cerebro. Gracias especialmente a él, pensamos, vemos, oímos y distinguimos lo feo de lo hermoso, lo malo de lo bueno, lo agradable de lo desagradable, discerniendo unas cualidades por la costumbre, percibiendo las otras por su utilidad. También por obra suya deliramos, enloquecemos, sufrimos la presencia de pesadillas, terrores, unas veces de noche, otras incluso durante el día, insomnios, extravíos injustificados, preocupaciones infundadas, desconocemos cosas habituales y realizamos actos insólitos.".
Considera, además, que es posible tratar esta enfermedad si el médico sabe reconocer el momento "para aplicar los medios provechosos, prescindiendo de purificaciones y magias".
Por ello, pese a que la religiosidad
epileptógena no representa el común denominador en las poblaciones religiosas
en general, sí es evidente que casos aislados de este fenómeno en el lugar y
contexto adecuados han bastado para inspirar filosofías y costumbres en masas.
Ya sea reinterpretando mitos existentes o expandiéndolos a partir del contenido
alucinado.
Es importante señalar también que las delusiones religiosas
epileptógenas no se manifiestan siempre en los símbolos de la misma religión,
sino en los de aquella conocida por el afectado. En zonas de Haití, por ejemplo, la
epilepsia del lóbulo temporal se atribuye a la posesión por los espíritus de
los difuntos y a maldiciones vudú (Swaab, 2014).
En esa misma línea, las
ideaciones de, por ejemplo, un monje budista, un chamán tribal o un profeta abrahámico,
aunque tengan orígenes orgánicos similares, se expresarán según la
interpretación individual que tengan de lo sacro. Así, por ejemplo, el monje se sentirá en presencia del Sublime, mientras que el chamán se verá visitado por el Tunche y
el profeta abrahámico se sentirá junto a su Señor o en el Paraíso.
Cada uno, además, tenderá a tomar esa
experiencia como la confirmación de las ideas con las que la interpreta. Al respecto cabe
quizá considerar la reflexión de Ramachandran (2011) frente a este fenómeno:
“La "atribución"
incorrecta de nuestros estados mentales internos al desencadenante equivocado
en el medio externo es una parte muy importante de la compleja red de
interacciones que llevan a la enfermedad mental en general”.
Referencias:
Alajouanine T.(1963). Dostoiewski’s epilepsy.
Brain;86:209–18.
Altschuler E. (2002). Did Ezekiel have temporal lobe
epilepsy? Arch Gen
Psychiatry;59:561–2.
Bryant J. (1953). Genius and epilepsy: brief sketches
of twenty great men who had both. Concord, MA: Ye Old Depot Press.
Carrazana
E, DeToledo J, Tatum W, Rivas-Vasquez R, Rey G, Wheeler S. (1999). Epilepsy
and religious experiences: voodoo possession. Epilepsia;40:239–41.
Cirignotta
F, Todesco CV, Lugaresi E. (1980). Temporal lobe epilepsy with
ecstatic seizures (so-called Dostoevsky epilepsy). Epilepsia;21:705–10.
Devinsky, O., & Lai, G. (2007). Spirituality and
Religion in Epilepsy. Epilepsy
& Behavior, 12, 636-643.
Hansen B., & Brodtkorb E. (2003). Partial epilepsy
with "ecstatic" seizures. Epilepsy
Behav;4:667–73.
Harris, S. (2014). Waking
up: A guide to spirituality without religion. New York: Simon & Shuster.
Hipócrates. Sobre la enfermedad sagrada. Traducción de José Alsina. Recuperado
el 14/04/2019 de http://revistes.ub.edu/index.php/EstudiosHelenicos/article/viewFile/5318/7078
James W.
(1902). The varieties of religious experiences. New York: Longmans, Green.
Karagulla
S, Robertson E. (1955). Psychical phenomena in temporal lobe epilepsy and the
psychoses. Br Med
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Howden JC. (1873). The religious sentiments in
epileptics. J Ment Sci, 18:491–497.
Landsborough D. (1987). St. Paul and temporal lobe
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Mabille H. (1899). Hallucinations religieuses et d dan
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Ramachandran, V. S. (2011). The Tell-tale Brain: A Neuroscientist's Quest for What Makes Us Human.
New York: W. W. Norton.
Swaab, D.
(2014). Somos nuestro cerebro.
Barcelona: Plataforma editorial.
Schachter S. (2006). Religion and the brain: evidence
from temporal lobe epilepsy. In: McNamara P, editor. Where God and science
meet: how brain and evolutionary studies alter our understanding of religion,
Vol. 2. Westport (CT):
Praeger; p. 171–88.
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